05 January 2011

El 2 de Enero Lectura Bíblica Diaria


El 2 de Enero Lectura Bíblica Diaria:

Génesis 39 a 41:
Cuando José fue llevado a Egipto, los ismaelitas que lo habían trasladado allá lo vendieron a Potifar, un egipcio que era funcionario del faraón y capitán de su guardia. Ahora bien, el Señor estaba con José y las cosas le salían muy bien. Mientras José vivía en la casa de su patrón egipcio, éste se dio cuenta de que el Señor estaba con José y lo hacía prosperar en todo. José se ganó la confianza de Potifar, y éste lo nombró mayordomo de toda su casa y le confió la administración de todos sus bienes. Por causa de José, el Señor bendijo la casa del egipcio Potifar a partir del momento en que puso a José a cargo de su casa y de todos sus bienes. La bendición del Señor se extendió sobre todo lo que tenía el egipcio, tanto en la casa como en el campo. Por esto Potifar dejó todo a cargo de José, y tan sólo se preocupaba por lo que tenía que comer. José tenía muy buen físico y era muy atractivo. Después de algún tiempo, la esposa de su patrón empezó a echarle el ojo y le propuso: Acuéstate conmigo. Pero José no quiso saber nada, sino que le contestó: Mire, señora: mi patrón ya no tiene que preocuparse de nada en la casa, porque todo me lo ha confiado a mí. En esta casa no hay nadie más importante que yo. Mi patrón no me ha negado nada, excepto meterme con usted, que es su esposa. ¿Cómo podría yo cometer tal maldad y pecar así contra Dios? Y por más que ella lo acosaba día tras día para que se acostara con ella y le hiciera compañía, José se mantuvo firme en su rechazo. Un día, en un momento en que todo el personal de servicio se encontraba ausente, José entró en la casa para cumplir con sus responsabilidades. Entonces la mujer de Potifar lo agarró del manto y le rogó: "¡Acuéstate conmigo!" Pero José, dejando el manto en manos de ella, salió corriendo de la casa. Al ver ella que él había dejado el manto en sus manos y había salido corriendo, llamó a los siervos de la casa y les dijo: "¡Miren!, el hebreo que nos trajo mi esposo sólo ha venido a burlarse de nosotros. Entró a la casa con la intención de acostarse conmigo, pero yo grité con todas mis fuerzas. En cuanto me oyó gritar, salió corriendo y dejó su manto a mi lado." La mujer guardó el manto de José hasta que su marido volvió a su casa. Entonces le contó la misma historia: "El esclavo hebreo que nos trajiste quiso aprovecharse de mí. Pero en cuanto grité con todas mis fuerzas, salió corriendo y dejó su manto a mi lado." Cuando el patrón de José escuchó de labios de su mujer cómo la había tratado el esclavo, se enfureció y mandó que echaran a José en la cárcel donde estaban los presos del rey. Pero aun en la cárcel el Señor estaba con él y no dejó de mostrarle su amor. Hizo que se ganara la confianza del guardia de la cárcel, el cual puso a José a cargo de todos los prisioneros y de todo lo que allí se hacía. Como el Señor estaba con José y hacía prosperar todo lo que él hacía, el guardia de la cárcel no se preocupaba de nada de lo que dejaba en sus manos. Tiempo después, el copero y el panadero del rey de Egipto ofendieron a su señor. El faraón se enojó contra estos dos funcionarios suyos, es decir, contra el jefe de los coperos y el jefe de los panaderos, así que los mandó presos a la casa del capitán de la guardia, que era la misma cárcel donde estaba preso José. Allí el capitán de la guardia le encargó a José que atendiera a estos funcionarios. Después de haber estado algún tiempo en la cárcel, una noche los dos funcionarios, es decir, el copero y el panadero, tuvieron cada uno un sueño, cada sueño con su propio significado. A la mañana siguiente, cuando José fue a verlos, los encontró muy preocupados, y por eso les preguntó: ¿Por qué andan hoy tan cabizbajos? Los dos tuvimos un sueño respondieron, y no hay nadie que nos lo interprete. ¿Acaso no es Dios quien da la interpretación? preguntó José. ¿Por qué no me cuentan lo que soñaron? Entonces el jefe de los coperos le contó a José el sueño que había tenido: Soñé que frente a mí había una vid, la cual tenía tres ramas. En cuanto la vid echó brotes, floreció; y maduraron las uvas en los racimos. Yo tenía la copa del faraón en la mano. Tomé las uvas, las exprimí en la copa, y luego puse la copa en manos del faraón. Entonces José le dijo: Ésta es la interpretación de su sueño: Las tres ramas son tres días. Dentro de los próximos tres días el faraón lo indultará a usted y volverá a colocarlo en su cargo. Usted volverá a poner la copa del faraón en su mano, tal como lo hacía antes, cuando era su copero. Yo le ruego que no se olvide de mí. Por favor, cuando todo se haya arreglado, háblele usted de mí al faraón para que me saque de esta cárcel. A mí me trajeron por la fuerza, de la tierra de los hebreos. ¡Yo no hice nada aquí para que me echaran en la cárcel! Al ver que la interpretación había sido favorable, el jefe de los panaderos le dijo a José: Yo también tuve un sueño. En ese sueño, llevaba yo tres canastas de pan sobre la cabeza. En la canasta de arriba había un gran surtido de repostería para el faraón, pero las aves venían a comer de la canasta que llevaba sobre la cabeza. José le respondió: Ésta es la interpretación de su sueño: Las tres canastas son tres días. Dentro de los próximos tres días, el faraón mandará que a usted lo decapiten y lo cuelguen de un árbol, y las aves devorarán su cuerpo. En efecto, tres días después el faraón celebró su cumpleaños y ofreció una gran fiesta para todos sus funcionarios. En presencia de éstos, mandó sacar de la cárcel al jefe de los coperos y al jefe de los panaderos. Al jefe de los coperos lo restituyó en su cargo para que, una vez más, pusiera la copa en manos del faraón. Pero, tal como lo había predicho José, al jefe de los panaderos mandó que lo ahorcaran. Sin embargo, el jefe de los coperos no se acordó de José, sino que se olvidó de él por completo. Dos años más tarde, el faraón tuvo un sueño: Estaba de pie junto al río Nilo cuando, de pronto, del río salieron siete vacas hermosas y gordas que se pusieron a pastar entre los juncos. Detrás de ellas salieron otras siete vacas, feas y flacas, que se pararon a orillas del Nilo, junto a las primeras. ¡Y las vacas feas y flacas se comieron a las vacas hermosas y gordas! En ese momento el faraón se despertó. Pero volvió a dormirse, y tuvo otro sueño: Siete espigas de trigo, grandes y hermosas, crecían de un solo tallo. Tras ellas brotaron otras siete espigas, delgadas y quemadas por el viento solano. ¡Y las siete espigas delgadas se comieron a las espigas grandes y hermosas! En eso el faraón se despertó y se dio cuenta de que sólo era un sueño. Sin embargo, a la mañana siguiente se levantó muy preocupado, mandó llamar a todos los magos y sabios de Egipto, y les contó los dos sueños. Pero nadie se los pudo interpretar. Entonces el jefe de los coperos le dijo al faraón: "Ahora me doy cuenta del grave error que he cometido. Cuando el faraón se enojó con sus servidores, es decir, conmigo y con el jefe de los panaderos, nos mandó a la cárcel, bajo la custodia del capitán de la guardia. Una misma noche, los dos tuvimos un sueño, cada sueño con su propio significado. Allí, con nosotros, había un joven hebreo, esclavo del capitán de la guardia. Le contamos nuestros sueños, y a cada uno nos interpretó el sueño. ¡Y todo sucedió tal como él lo había interpretado! A mí me restituyeron mi cargo, y al jefe de los panaderos lo ahorcaron." El faraón mandó llamar a José, y en seguida lo sacaron de la cárcel. Luego de afeitarse y cambiarse de ropa, José se presentó ante el faraón, quien le dijo: Tuve un sueño que nadie ha podido interpretar. Pero me he enterado de que, cuando tú oyes un sueño, eres capaz de interpretarlo. No soy yo quien puede hacerlo respondió José, sino que es Dios quien le dará al faraón una respuesta favorable. El faraón le contó a José lo siguiente: En mi sueño, estaba yo de pie a orillas del río Nilo. De pronto, salieron del río siete vacas gordas y hermosas, y se pusieron a pastar entre los juncos. Detrás de ellas salieron otras siete vacas, feas y flacas. ¡Jamás se habían visto vacas tan raquíticas en toda la tierra de Egipto! Y las siete vacas feas y flacas se comieron a las siete vacas gordas. Pero, después de habérselas comido, no se les notaba en lo más mínimo, porque seguían tan feas como antes. Entonces me desperté. "Después tuve otro sueño: Siete espigas de trigo, grandes y hermosas, crecían de un solo tallo. Tras ellas brotaron otras siete espigas marchitas, delgadas y quemadas por el viento solano. Las siete espigas delgadas se comieron a las espigas grandes y hermosas. Todo esto se lo conté a los magos, pero ninguno de ellos me lo pudo interpretar. José le explicó al faraón: En realidad, los dos sueños del faraón son uno solo. Dios le ha anunciado lo que está por hacer. Las siete vacas hermosas y las siete espigas hermosas son siete años. Se trata del mismo sueño. Y las siete vacas flacas y feas, que salieron detrás de las otras, y las siete espigas delgadas y quemadas por el viento solano, son también siete años. Pero éstos serán siete años de hambre. "Tal como le he dicho al faraón, Dios le está mostrando lo que está por hacer. Están por venir siete años de mucha abundancia en todo Egipto, a los que les seguirán siete años de hambre, que harán olvidar toda la abundancia que antes hubo. ¡El hambre acabará con Egipto! Tan terrible será el hambre, que nadie se acordará de la abundancia que antes hubo en el país. El faraón tuvo el mismo sueño dos veces porque Dios ha resuelto firmemente hacer esto, y lo llevará a cabo muy pronto. "Por todo esto, el faraón debería buscar un hombre competente y sabio, para que se haga cargo de la tierra de Egipto. Además, el faraón debería nombrar inspectores en todo Egipto, para que durante los siete años de abundancia recauden la quinta parte de la cosecha en todo el país. Bajo el control del faraón, esos inspectores deberán juntar el grano de los años buenos que vienen y almacenarlo en las ciudades, para que haya una reserva de alimento. Este alimento almacenado le servirá a Egipto para los siete años de hambre que sufrirá, y así la gente del país no morirá de hambre. Al faraón y a sus servidores les pareció bueno el plan. Entonces el faraón les preguntó a sus servidores: ¿Podremos encontrar una persona así, en quien repose el espíritu de Dios? Luego le dijo a José: Puesto que Dios te ha revelado todo esto, no hay nadie más competente y sabio que tú. Quedarás a cargo de mi palacio, y todo mi pueblo cumplirá tus órdenes. Sólo yo tendré más autoridad que tú, porque soy el rey. José, gobernador de Egipto Así que el faraón le informó a José: Mira, yo te pongo a cargo de todo el territorio de Egipto. De inmediato, el faraón se quitó el anillo oficial y se lo puso a José. Hizo que lo vistieran con ropas de lino fino, y que le pusieran un collar de oro en el cuello. Después lo invitó a subirse al carro reservado para el segundo en autoridad, y ordenó que gritaran: "¡Abran paso!" Fue así como el faraón puso a José al frente de todo el territorio de Egipto. Entonces el faraón le dijo: Yo soy el faraón, pero nadie en todo Egipto podrá hacer nada sin tu permiso. Y le cambió el *nombre a José, y lo llamó Zafenat Panea; además, le dio por esposa a Asenat, hija de Potifera, sacerdote de la ciudad de On. De este modo quedó José a cargo de Egipto. Tenía treinta años cuando comenzó a trabajar al servicio del faraón, rey de Egipto. Tan pronto como se retiró José de la presencia del faraón, se dedicó a recorrer todo el territorio de Egipto. Durante los siete años de abundancia la tierra produjo grandes cosechas, así que José fue recogiendo todo el alimento que se produjo en Egipto durante esos siete años, y lo almacenó en las ciudades. Juntó alimento como quien junta arena del mar, y fue tanto lo que recogió que dejó de contabilizarlo. ¡Ya no había forma de mantener el control! Antes de comenzar el primer año de hambre, José tuvo dos hijos con su esposa Asenat, la hija de Potifera, sacerdote de On. Al primero lo llamó Manasés, porque dijo: "Dios ha hecho que me olvide de todos mis problemas, y de mi casa paterna." Al segundo lo llamó Efraín, porque dijo: "Dios me ha hecho fecundo en esta tierra donde he sufrido." Los siete años de abundancia en Egipto llegaron a su fin y, tal como José lo había anunciado, comenzaron los siete años de hambre, la cual se extendió por todos los países. Pero a lo largo y a lo ancho del territorio de Egipto había alimento. Cuando también en Egipto comenzó a sentirse el hambre, el pueblo clamó al faraón pidiéndole comida. Entonces el faraón le dijo a todo el pueblo de Egipto: "Vayan a ver a José, y hagan lo que él les diga." Cuando ya el hambre se había extendido por todo el territorio, y había arreciado, José abrió los graneros para vender alimento a los egipcios. Además, de todos los países llegaban a Egipto para comprarle alimento a José, porque el hambre cundía ya por todo el mundo.



Salmo 84:
¡Cuán hermosas son tus moradas, Señor Todopoderoso! Anhelo con el alma los atrios del Señor; casi agonizo por estar en ellos. Con el corazón, con todo el cuerpo, canto alegre al Dios de la vida. Señor Todopoderoso, rey mío y Dios mío, aun el gorrión halla casa cerca de tus altares; también la golondrina hace allí su nido, para poner sus polluelos. Dichoso el que habita en tu templo, pues siempre te está alabando. Selah. Dichoso el que tiene en ti su fortaleza, que sólo piensa en recorrer tus sendas. Cuando pasa por el valle de las Lágrimas lo convierte en región de manantiales; también las lluvias tempranas cubren de bendiciones el valle. Según avanzan los peregrinos, cobran más fuerzas, y en Sión se presentan ante el Dios de dioses. Oye mi oración, Señor, Dios Todopoderoso; escúchame, Dios de Jacob. Selah. Oh Dios, escudo nuestro, pon sobre tu ungido tus ojos bondadosos. Vale más pasar un día en tus atrios que mil fuera de ellos; prefiero cuidar la entrada de la casa de mi Dios que habitar entre los impíos. El Señor es sol y escudo; Dios nos concede honor y gloria. a los que se conducen sin tacha. Señor Todopoderoso, ¡dichosos los que en ti confían!



Proverbios 10:
Proverbios de Salomón: El hijo sabio es la alegría de su padre; el hijo necio es el pesar de su madre. Las riquezas mal habidas no sirven de nada, pero la justicia libra de la muerte. El Señor no deja sin comer al justo, pero frustra la avidez de los malvados. Las manos ociosas conducen a la pobreza; las manos hábiles atraen riquezas. El hijo prevenido se abastece en el verano, pero el sinvergüenza duerme en tiempo de cosecha. El justo se ve coronado de bendiciones, pero la boca del malvado encubre violencia. La memoria de los justos es una bendición, pero la fama de los malvados será pasto de los gusanos. El de sabio corazón acata las órdenes, pero el necio y rezongón va camino al desastre. Quien se conduce con integridad, anda seguro; quien anda en malos pasos será descubierto. Quien guiña el ojo con malicia provoca pesar; el necio y rezongón va camino al desastre. Fuente de vida es la boca del justo, pero la boca del malvado encubre violencia. El odio es motivo de disensiones, pero el amor cubre todas las faltas. En los labios del prudente hay sabiduría; en la espalda del falto de juicio, sólo garrotazos. El que es sabio atesora el conocimiento, pero la boca del necio es un peligro inminente. La riqueza del rico es su baluarte; la pobreza del pobre es su ruina. El salario del justo es la vida; la ganancia del malvado es el pecado. El que atiende a la corrección va camino a la vida; el que la rechaza se pierde. El de labios mentirosos disimula su odio, y el que propaga calumnias es un necio. El que mucho habla, mucho yerra; el que es sabio refrena su lengua. Plata refinada es la lengua del justo; el corazón del malvado no vale nada. Los labios del justo orientan a muchos; los necios mueren por falta de juicio. La bendición del Señor trae riquezas, y nada se gana con preocuparse. El necio se divierte con su mala conducta, pero el sabio se recrea con la sabiduría. Lo que el malvado teme, eso le ocurre; lo que el justo desea, eso recibe. Pasa la tormenta y desaparece el malvado, pero el justo permanece firme para siempre. Como vinagre a los dientes y humo a los ojos es el perezoso para quienes lo emplean. El temor del Señor prolonga la vida, pero los años del malvado se acortan. El futuro de los justos es halagüeño; la esperanza de los malvados se desvanece. El camino del Señor es refugio de los justos y ruina de los malhechores. Los justos no tropezarán jamás; los malvados no habitarán la tierra. La boca del justo profiere sabiduría, pero la lengua perversa será cercenada. Los labios del justo destilan bondad; de la boca del malvado brota perversidad.





El Libro de Primera Corintios Capítulo 14 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:

LA PRIMERA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS

CAPÍTULO 14
(59 d.C.)
PROFECÍAS Y LENGUAS

SEGUID la Caridad (permita que el Amor sea el factor de motivación en todo), y procurad los Dones espirituales (quiere decir desear, pero del modo correcto), sino más bien que Profeticéis. (No significa que la “Profecía” es el mayor Don de todos, sino más bien que es el mayor de los dos Dones vocales de expresión en Lenguas y Profecía.)
2 Porque el que habla en Lenguas, no habla a los hombres, sino a Dios (se refiere a “Lenguas” como uno de los nueve Dones, y no la lengua de oración que todo Creyente recibe al ser Bautizado con el Espíritu; como es evidente aquí, cuando alguien habla en Lenguas, ya sea en su lengua devocional o como un Don, está hablando directamente a Dios): porque nadie le entiende (a menos que sea interpretado); aunque en el Espíritu hable misterios (pertenece a Dios y es un misterio a todos, a menos que sea revelado por el Espíritu Santo).
3 Mas el que Profetiza (habla del sexto Don del Espíritu [I Cor. 12:8-10]), habla a los hombres (lo opuesto de las Lenguas, que le habla a Dios) para Edificación (fortalecer), y Exhortación (implorar), y Consolación (consolar).
4 El que habla lengua extraña, a sí mismo se edifica (ya sea el Don de Lenguas o lengua devocional); mas el que Profetisa, edifica a la Iglesia (para la Edificación de la totalidad del Cuerpo, no sólo para el orador).
5 Así que, quisiera que todos vosotros hablaseis Lenguas (se refiere en este caso a la lengua devocional), empero más bien que Profetizaseis (ahora vuelve a este Don del Espíritu): porque mayor es el que Profetiza que el que habla con Lenguas, a menos que alguien interprete, para que la Iglesia tome Edificación. (Es evidente porque la Profecía se da en la lengua de la gente, y es, por lo tanto, entendida por todos. No se puede entender las lenguas a menos que se interpreten. De nuevo, se refiere a los Cultos de Iglesia, y no la propia devoción privada de la persona.)
6 Ahora pues, Hermanos, si yo fuere a vosotros hablando Lenguas, ¿qué os aprovecharé (no se refiere al “Don de Lenguas” como uno de los nueve Dones del Espíritu, que tiene la intención de ser interpretado, sino más bien a la alabanza y adoración de los Creyentes al Señor en Lenguas en voz alta durante el Culto), si no os hablare, o con Revelación, o con Ciencia, o con Profecía, o con Doctrina? (Estas cosas revelan la Verdad a la gente, en tanto que alguien que adora al Señor en voz alta en Lenguas, sin la intención de ser interpretado, no edifica a nadie, sino sólo al orador. Pablo no está degradando las Lenguas, sino que sólo insistiendo que sean usados en la forma correcta.)
7 Ciertamente las cosas inanimadas que hacen sonidos, como la flauta o el arpa, si no dieren distinción de sonidos, ¿como se sabrá lo que se tañe con la flauta, o con el arpa? (¡A menos que se pueda seguir el compás en una melodía, si no, entonces es solamente ruido!)
8 Y si la trompeta diere sonido incierto, ¿quién se alistará para la batalla? (Pablo no está denigrando la trompeta, sino sólo declarando que sea usado correctamente.)
9 Así también vosotros, si por la lengua no diereis palabra bien significante, ¿cómo se entenderá lo que se dice? (Se refiere a los Creyentes en la Iglesia que se sueltan en Lenguas en voz alta y que muy a menudo resulta sólo en crear confusión. Nadie sabe lo que se dice. De este modo, aunque sólo el que está hablando es bendecido, pero nadie más es bendecido.) porque hablaréis al aire (no tiene importancia, al menos en ese momento).
10 Tantos géneros de voces, por ejemplo, hay en el mundo (habla de muchos variados lenguajes que componen la totalidad del género humano), y nada hay mudo. (El lenguaje, independientemente de cuál podría ser, es importante para la persona que lo habla y lo entienda.)
11 Mas si yo no entiendo lo que alguien me dice, seré como un extranjero al que habla, y el que habla será como extranjero para mí (nada se lleva a cabo).
12 Así también vosotros, pues que anheláis Dones Espirituales (Pablo no critica su deseo de tal, en vista de que ya él les ha dicho “anheláis Dones Espirituales”), procurad ser excelentes para la Edificación de la Iglesia (el verdadero fundamento de todo lo que está siendo dicho).
13 Por lo cual, el que habla Lengua extraña (el octavo Don del Espíritu), pida que la Interprete (también tiene ese Don en particular, que es el noveno Don).
14 Porque si yo orare en Lengua desconocida, mi espíritu ora (la lengua devocional, no el Don del Espíritu, y declara que viene del espíritu de la persona y no de la mente), mas mi entendimiento es sin fruto (significa que no viene de la mente).
15 ¿Qué pues? (Tiene la intención de poner la cariz apropiada en lo que Pablo ha estado diciendo.) Oraré con el espíritu (orar de mi espíritu en Lenguas, que se refiere a la lengua devocional), mas oraré también con entendimiento (orar en mi lenguaje normal, o sea en el idioma materno, que para mí es el Inglés): cantaré con el espíritu (cantar de mi espíritu en otras Lenguas), mas cantaré también con entendimiento (cantar al Señor en Inglés; Pablo se refiere a sus propios devocionales privados, y no a los Cultos ordinarios de Iglesia).
16 Porque si bendijeres con el espíritu, el que ocupa lugar de un mero particular, ¿cómo dirá Amén a tu acción de gracias? pues no sabe lo que has dicho. (Se refiere a la bendición de alguien o la oración de gracias en las comidas. Si se hace en Lenguas, los demás presentes, no sabiendo lo que se está diciendo, difícilmente serían bendecidos.)
17 Porque tú, a la verdad, bien das gracias, mas el otro no es edificado.
18 Doy gracias a Dios que hablo lenguas más que todos vosotros (como es evidente, el Apóstol no está denigrando las Lenguas, sino más bien regulando las Lenguas, y por el Espíritu de Dios):
19 Pero en la Iglesia (cuando sea el momento para dar la instrucción) más bien quiero hablar cinco palabras con mi sentido, para que enseñe también a los otros (que es el propósito de la asamblea), que diez mil palabras en Lengua desconocida (lo que la gente no puede entender, y por lo tanto, no será edificada).
20 Hermanos, no seáis niños en la manera de pensar (significa que lo que él ha dicho es fácil de entender): sino sed niños en la malicia (normalmente los niños no desean causarle dolor a otros), empero perfectos en la manera de pensar (sea adulto, maduro).
21 En la Ley está escrito (Isa. 28:11), En otras lenguas y en otros labios hablaré a este pueblo (concierne una Profecía dada por Isaías hacía casi 800 años antes de Cristo, que concierne el Bautismo con el Espíritu Santo con pruebas del hablar con otras Lenguas); y ni aún así me oirán, dice el Señor (predice que muchos, si no la mayoría, rehusarán hacer caso a esto que es del Señor).
22 Así que, las Lenguas son por señal, no a los fieles, sino a los incrédulos (una señal al mundo que vivimos en los últimos días): mas la Profecía, no a los incrédulos, sino a los fieles (se refiere a la Edificación, Exhortación y Consolación a la Iglesia).

ORDEN

23 De manera que, si toda la Iglesia se juntare en uno, y todos hablan Lenguas, y entran indoctos o incrédulos, ¿no dirán que estáis locos? (¡Pienso que eso sería obvio!)
24 Mas si todos Profetizan (pronunciando palabras que todos pueden entender), y entra algún incrédulo o indocto, de todos es convencido, de todos es juzgado (él puede entender lo que se dice, ya sea lo crea o no):
25 Lo oculto de su corazón se hace manifiesto (él puede entender lo que se dice, y esto le habla personalmente); y así, postrándose sobre el rostro, adorará a Dios, declarando que verdaderamente Dios está en vosotros (es decir, si hace caso al Mensaje).
26 ¿Qué hay pues, Hermanos? Cuando os reunáis (un Culto de la Iglesia), cada uno de vosotros tiene Salmo, tiene Doctrina, tiene Lengua, tiene Revelación, tiene Interpretación (se refiere a las cosas muy buenas que son usadas en forma incorrecta, diciéndonos que no solamente son las Lenguas que pueden ser usadas incorrectamente). Hágase todo para edificación. (Todo lo que se hace en la Iglesia tiene la intención de edificar la totalidad del Cuerpo, sin tener en cuenta cual es.)
27 Si hablare alguno en Lengua extraña (se refiere al Don del Espíritu y cómo se debe usar en reuniones públicas), sea esto por dos, o a lo más tres (no se refiere a las expresiones, sino más bien las personas que emiten las expresiones), y por turno (simplemente quiere decir que estos dos o tres no deberían interrumpir el uno al otro); mas uno interprete. (Las Lenguas tienen la intención de ser interpretadas. No necesariamente significa que habría que interpretar todos los Mensajes, aunque ellos pueden. Sino más bien solamente “uno” debiera interpretar a la vez, lo que ha de ser evidente.)
28 Y si no hubiere intérprete, calle en la Iglesia (de qué sirve si no hay nadie que interprete); y hable a sí mismo y a Dios (que hable en Lenguas a sí mismo, lo que todos los Creyentes debieran hacer a menudo).
29 Asimismo, los Profetas hablen dos o tres (se refiere no sólo de aquellos que tienen el Don de la Profecía, sino también de aquellos que ocupan la Oficina del Profeta), y los demás juzguen. (Se refiere al hecho de que todo debe ser juzgado según la validez Bíblica.)
30 Y si a otro que estuviere sentado, fuere revelado (se refiere a alguien que siente que el Señor le da una Revelación lo que debería darse a la Iglesia), calle el primero. (Aquellos que dan Profecías no deberían estar interrumpiendo el uno al otro.)
31 Porque podéis todos Profetizar uno por uno (en su debido orden), para que todos aprendan, y todos sean exhortados. (El Espíritu Santo siempre tiene en mente la totalidad del Cuerpo.)
32 Y los espíritus de los que Profetizaren, sujétense a los Profetas. (Significa que si las personas afirman que son obligados a lanzar palabras en voz alta en cualquier momento, tal está fuera de orden. El Espíritu Santo obra con el espíritu de la persona, y ambos deciden el momento apropiado.)
33 Porque Dios no es Dios de disensión, sino de paz (el Espíritu Santo nunca se contradecirá), como en todas las Iglesias de los Santos. (Estas instrucciones dadas por Pablo conciernen a todas las Iglesias, y no solamente a la Iglesia en Corinto.)
34 Vuestras mujeres callen en las Congregaciones: porque no les es permitido hablar (no se refiere a mujeres usadas por el Señor en los Dones [Hch. 2:17; I Cor. 11:5]; en las Iglesias en ese momento, normalmente los hombres y las mujeres no se sentaban juntos, sino en lados opuestos del salón; las mujeres llamaban a sus maridos pidiendo una explicación acerca de ciertas cosas, que interrumpía los Cultos); sino que estén sujetas, como también la Ley dice (se refiere a Génesis 3:16 y el modelo de la Creación).
35 Y si quieren aprender alguna cosa, pregunten en casa a sus maridos (confirmando lo que hemos dicho en el Versículo anterior): porque es cosa vergonzosa el hablar una mujer en la Congregación (para hablar más fuerte en la manera que Pablo acaba de mencionar; no se refiere a las mujeres Maestras o Predicadores, etc.; de ser así, no estaría bien que las mujeres cantaran o dijeran algo en la Iglesia, sabemos que este concepto es erróneo).
36 ¿Qué? (Pablo está por concluir esta discusión con respecto al orden en la Iglesia.) ¿Ha salido de vosotros la Palabra de Dios? ¿O a vosotros solos ha llegado? (El Apóstol le dice a los Corintios que su falta de orden no es del Señor.)
37 Si alguno a su parecer es Profeta, o Espiritual, reconozca lo que os escribo, porque son Mandamientos del Señor. (Si ellos realmente son Profetas, y si verdaderamente son Espirituales, sabrán que lo que el Apóstol está diciendo es del Señor.)
38 Mas el que ignora, ignore. (En otras palabras, si no van a aceptar lo que Pablo está diciendo, no hay manera alguna en que van a aprender la Verdad en absoluto. Ellos permanecerán ignorantes, y hasta podrían perder sus almas.)
39 Así que, Hermanos, procurad Profetizar (desead el Don de Profecía), y no impidáis el hablar lenguas. (Todas las instrucciones que él ha dado no tienen la intención de prohibir las Lenguas, sino ponerlas en su orden legítimo. ¿Entonces dónde quedan los que proclaman ser líderes religiosos que no hacen caso a esta declaración concreta, lo cual es en realidad un “Mandamiento del Señor”?)
40 Empero hágase todo decentemente y con orden. (Es el motivo por la cual todas las instrucciones son incluidas en este Capítulo.)


Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que no vivan según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

0 Comments:

Post a Comment

Subscribe to Post Comments [Atom]

<< Home