18 August 2014

El 18 Agosto Lectura Bíblica Diaria



El 18 agosto Lectura Bíblica Diaria:

 

2 Crónicas 9 a 11:

La reina de Sabá se enteró de la fama de Salomón, así que fue a verlo en Jerusalén para ponerlo a prueba con preguntas difíciles. Llegó con un séquito muy grande; sus camellos llevaban perfumes, oro en abundancia y piedras preciosas. Al presentarse ante Salomón, le preguntó todo lo que tenía pensado, y él respondió a todas sus preguntas. No hubo ningún asunto, por difícil que fuera, que Salomón no pudiera resolver. La reina de Sabá se quedó atónita al ver la sabiduría de Salomón y el palacio que él había construido, los manjares de su mesa, los asientos que ocupaban sus funcionarios, el servicio y la ropa de sus criados y coperos, y los holocaustos que ofrecía en el templo del Señor. Entonces le dijo al rey: "¡Todo lo que escuché en mi país acerca de tus triunfos y de tu sabiduría es cierto! No podía creer nada de eso hasta que vine y lo vi con mis propios ojos. Pero en realidad, ¡no me habían contado ni siquiera la mitad de tu extraordinaria sabiduría! Tú superas todo lo que había oído decir de ti. ¡Dichosos tus súbditos! ¡Dichosos estos servidores tuyos, que constantemente están en tu presencia bebiendo de tu sabiduría! ¡Y alabado sea el Señor tu Dios, que se ha deleitado en ti y te ha puesto en su trono para que lo representes como rey! En su amor por Israel, tu Dios te ha hecho rey de ellos para que gobiernes con justicia y rectitud, pues él quiere consolidar a su pueblo para siempre." Luego la reina le regaló a Salomón tres mil novecientos sesenta kilos de oro, piedras preciosas y una gran cantidad de perfumes. Jamás volvió a haber perfumes como los que la reina de Sabá le obsequió al rey Salomón. Además del oro de Ofir, los oficiales de Hiram y los de Salomón trajeron madera de sándalo y piedras preciosas. Con la madera, el rey construyó escalinatas para el templo del Señor y para el palacio real, y también hizo arpas y liras para los músicos. Nunca antes se había visto en Judá algo semejante. El rey Salomón, por su parte, le dio a la reina de Sabá todo lo que a ella se le antojó pedirle, lo cual fue más de lo que ella le dio al rey. Después de eso, la reina regresó a su país con todos los que la atendían. La cantidad de oro que Salomón recibía anualmente llegaba a los veintidós mil kilos, sin contar los impuestos que pagaban los mercaderes y comerciantes. También los reyes de Arabia y los gobernadores del país le llevaban oro y plata a Salomón. El rey Salomón hizo doscientos escudos grandes de oro batido, en cada uno de los cuales se emplearon seis kilos y medio de oro. Hizo además trescientos escudos más pequeños, también de oro batido, empleando en cada uno de ellos tres kilos de oro. Estos escudos los puso el rey en el palacio llamado "Bosque del Líbano". El rey hizo también un gran trono de marfil, recubierto de oro puro. El trono tenía seis peldaños, un estrado de oro, brazos a cada lado del asiento, dos leones de pie junto a los brazos y doce leones de pie sobre los seis peldaños, uno en cada extremo. En ningún otro reino se había hecho algo semejante. Todas las copas del rey Salomón y toda la vajilla del palacio "Bosque del Líbano" eran de oro puro. Nada estaba hecho de plata, pues en tiempos de Salomón la plata era poco apreciada. Cada tres años, la flota comercial del rey, que era tripulada por los oficiales de Hiram, regresaba de Tarsis trayendo oro, plata y marfil, monos y mandriles. Tanto en riquezas como en sabiduría, el rey Salomón sobrepasó a los demás reyes de la tierra. Todos ellos procuraban visitarlo para oír la sabiduría que Dios le había dado, y año tras año le llevaban regalos: artículos de plata y de oro, vestidos, armas y perfumes, y caballos y mulas. Salomón tenía cuatro mil establos para sus caballos y sus carros de combate, y doce mil caballos que mantenía en las caballerizas y también en su palacio en Jerusalén. El rey Salomón extendió su dominio sobre todos los reyes, desde el río Éufrates hasta Filistea y la frontera de Egipto. Hizo que en Jerusalén la plata fuera tan común y corriente como las piedras, y el cedro tan abundante como las higueras de la llanura. Sus caballos eran importados de Egipto y de todos los otros países. Los demás acontecimientos del reinado de Salomón, desde el primero hasta el último, están escritos en las crónicas del profeta Natán, en la profecía de Ahías el silonita, y en las visiones del vidente Idó acerca de Jeroboán hijo de Nabat. Salomón reinó en Jerusalén cuarenta años sobre todo Israel. Cuando murió, fue sepultado en la ciudad de David, su padre, y su hijo Roboán lo sucedió en el trono. Roboán fue a Siquén porque todos los israelitas se habían reunido allí para proclamarlo rey. De esto se enteró Jeroboán hijo de Nabat, así que volvió de Egipto, que es adonde había huido del rey Salomón. Cuando lo mandaron a buscar, él y todo Israel fueron a ver a Roboán y le dijeron: Su padre nos impuso un yugo pesado. Alívienos usted ahora el duro trabajo y el pesado yugo que él nos echó encima; así serviremos a Su Majestad. Váyanse por ahora respondió Roboán, pero vuelvan a verme dentro de tres días. Cuando el pueblo se fue, el rey Roboán consultó con los ancianos que en vida de su padre Salomón habían estado a su servicio. ¿Qué me aconsejan ustedes que le responda a este pueblo? preguntó. Ellos respondieron: Si Su Majestad trata con bondad a este pueblo, y condesciende con ellos y les responde con amabilidad, ellos le servirán para siempre. Pero Roboán rechazó el consejo que le dieron los ancianos, y consultó más bien con los jóvenes que se habían criado con él y que estaban a su servicio. ¿Ustedes qué me aconsejan? les preguntó. ¿Cómo debo responderle a este pueblo que me dice: Alívienos el yugo que su padre nos echó encima? Aquellos jóvenes, que se habían criado con él, le contestaron: El pueblo le ha dicho a Su Majestad: Su padre nos impuso un yugo pesado; hágalo usted más ligero. Pues bien, respóndales de este modo: Mi dedo meñique es más grueso que la cintura de mi padre. Si él les impuso un yugo pesado, ¡yo les aumentaré la carga! Y si él los castigaba a ustedes con una vara, ¡yo lo haré con un látigo! Al tercer día, en la fecha que el rey Roboán había indicado, Jeroboán regresó con todo el pueblo para presentarse ante él. Pero el rey Roboán les respondió con brusquedad: rechazó el consejo de los ancianos, y siguió más bien el de los jóvenes. Les dijo: "Si mi padre les impuso un yugo pesado; ¡yo les aumentaré la carga! Si él los castigaba a ustedes con una vara, ¡yo lo haré con un látigo!" Y como el rey no escuchó al pueblo, las cosas tomaron este rumbo por voluntad de Dios. Así se cumplió la palabra que el Señor le había comunicado a Jeroboán hijo de Nabat por medio de Ahías el silonita. Cuando se dieron cuenta de que el rey no iba a hacerles caso, todos los israelitas exclamaron a una: "¡Pueblo de Israel, todos a sus casas! ¡Y tú, David, ocúpate de los tuyos! ¿Qué parte tenemos con David? ¿Qué herencia tenemos con el hijo de Isaí?" Así que se fueron, cada uno a su casa. Sin embargo, Roboán siguió reinando sobre los israelitas que vivían en las ciudades de Judá. Más tarde, el rey Roboán envió a Adonirán para que supervisara el trabajo forzado, pero los israelitas lo mataron a pedradas. ¡A duras penas logró el rey subir a su carro y escapar a Jerusalén! Desde entonces Israel ha estado en rebelión contra la familia de David. Roboán llegó a Jerusalén y movilizó a las familias de Judá y de Benjamín, ciento ochenta mil guerreros selectos en total, para hacer la guerra contra Israel y así recuperar el reino. Pero la palabra del Señor vino a Semaías, hombre de Dios, y le dio este mensaje: "Diles a Roboán hijo de Salomón, rey de Judá, y a todos los israelitas que están en Judá y en Benjamín, que así dice el Señor: No vayan a luchar contra sus hermanos. Regrese cada uno a su casa, porque es mi voluntad que esto haya sucedido. " Y ellos obedecieron las palabras del Señor y desistieron de marchar contra Jeroboán. Roboán se estableció en Jerusalén y fortificó las siguientes ciudades de Judá: Belén, Etam, Tecoa, Betsur, Soco, Adulán, Gat, Maresá, Zif, Adorayin, Laquis, Azeca, Zora, Ayalón y Hebrón. Estas ciudades fueron fortificadas en Judá y en Benjamín. Roboán nombró gobernantes, reforzó las fortificaciones, almacenó en ellas víveres, aceite y vino, y las armó a todas con escudos y lanzas. Así fortificó completamente todas las ciudades y quedó en posesión de Judá y de Benjamín. De todas las regiones de Israel llegaron sacerdotes y levitas para unirse a Roboán. Los levitas abandonaron sus campos de pastoreo y demás posesiones para irse a Judá y a Jerusalén, ya que Jeroboán y sus hijos les habían impedido ejercer el sacerdocio del Señor. En su lugar, Jeroboán había nombrado sacerdotes para los santuarios paganos y para el culto a los machos cabríos y a los becerros que había mandado hacer. Tras los levitas se fue gente de todas las tribus de Israel que con todo el corazón buscaba al Señor, Dios de Israel. Llegaron a Jerusalén para ofrecer sacrificios al Señor, Dios de sus antepasados. Así consolidaron el reino de Judá, y durante tres años apoyaron a Roboán hijo de Salomón y siguieron el buen ejemplo de David y Salomón. Roboán se casó con Majalat hija de Jerimot, el hijo de David y de Abijaíl, hija de Eliab y nieta de Isaí. Los hijos que ella le dio fueron Jeús, Semarías y Zaján. Después se casó con Macá hija de Absalón. Los hijos que ella le dio fueron Abías, Atay, Ziza y Selomit. Roboán amó a Macá hija de Absalón más que a sus otras esposas y concubinas. En total, tuvo dieciocho esposas y sesenta concubinas, y fue padre de veintiocho hijos y de sesenta hijas. Roboán puso como jefe de sus hermanos a Abías hijo de Macá, pues tenía la intención de hacerlo rey. Y actuó con astucia, pues a sus otros hijos les dio víveres en abundancia, les consiguió muchas esposas y los dispersó por todo el territorio de Judá y de Benjamín y por todas las ciudades fortificadas.

Salmo 98: Canten al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas. Su diestra, su santo brazo, ha alcanzado la victoria. El Señor ha hecho gala de su triunfo; ha mostrado su justicia a las naciones. Se ha acordado de su amor y de su fidelidad por el pueblo de Israel; ¡todos los confines de la tierra son testigos de la salvación de nuestro Dios! ¡Aclamen alegres al Señor, habitantes de toda la tierra! ¡Prorrumpan en alegres cánticos y salmos! ¡Canten salmos al Señor al son del arpa, al son del arpa y de coros melodiosos! ¡Aclamen alegres al Señor, el Rey, al son de clarines y trompetas! ¡Brame el mar y todo lo que él contiene; el mundo y todos sus habitantes! ¡Batan palmas los ríos, y canten jubilosos todos los montes! Canten delante del Señor, que ya viene a juzgar la tierra. Y juzgará al mundo con justicia, a los pueblos con equidad.

Proverbios 29:
El que es reacio a las reprensiones será destruido de repente y sin remedio. Cuando los justos prosperan, el pueblo se alegra; cuando los impíos gobiernan, el pueblo gime. El que ama la sabiduría alegra a su padre; el que frecuenta rameras derrocha su fortuna. Con justicia el rey da estabilidad al país; cuando lo abruma con tributos, lo destruye. El que adula a su prójimo le tiende una trampa. Al malvado lo atrapa su propia maldad, pero el justo puede cantar de alegría. El justo se ocupa de la causa del desvalido; el malvado ni sabe de qué se trata. Los insolentes conmocionan a la ciudad, pero los sabios apaciguan los ánimos. Cuando el sabio entabla pleito contra un necio, aunque se enoje o se ría, nada arreglará. Los asesinos aborrecen a los íntegros, y tratan de matar a los justos. El necio da rienda suelta a su ira, pero el sabio sabe dominarla. Cuando un gobernante se deja llevar por mentiras, todos sus oficiales se corrompen. Algo en común tienen el pobre y el opresor: a los dos el Señor les ha dado la vista. El rey que juzga al pobre según la verdad afirma su trono para siempre. La vara de la disciplina imparte sabiduría, pero el hijo malcriado avergüenza a su madre. Cuando prospera el impío, prospera el pecado, pero los justos presenciarán su caída. Disciplina a tu hijo, y te traerá tranquilidad; te dará muchas satisfacciones. Donde no hay visión, el pueblo se extravía; ¡dichosos los que son obedientes a la ley! No sólo con palabras se corrige al siervo; aunque entienda, no obedecerá. ¿Te has fijado en los que hablan sin pensar? ¡Más se puede esperar de un necio que de gente así! Quien consiente a su criado cuando éste es niño, al final habrá de lamentarlo. El hombre iracundo provoca peleas; el hombre violento multiplica sus crímenes. El altivo será humillado, pero el humilde será enaltecido. El cómplice del ladrón atenta contra sí mismo; aunque esté bajo juramento, no testificará. Temer a los hombres resulta una trampa, pero el que confía en el Señor sale bien librado. Muchos buscan el favor del gobernante, pero la sentencia del hombre la dicta el Señor. Los justos aborrecen a los malvados, y los malvados aborrecen a los justos.



El Libro de Mateo Capítulo 10 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:

EL SANTO EVANGELIO SEGÚN
SAN MATEO

CAPÍTULO 10
(31 d.C.)
LOS DOCE

ENTONCES llamando a Sus Doce Discípulos (para la instrucción y una misión especial), les dio potestad contra los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y sanasen toda enfermedad y toda dolencia (todo este poder viene de Dios).
2 Y los nombres de los Doce Apóstoles son estos; el primero, Simón, que es dicho Pedro, y Andrés su hermano; Santiago hijo de Zebedeo, y Juan su hermano (ninguno de los Doce eran de la aristocracia de Israel);
3 Felipe, y Bartolomé; Tomás, y Mateo el Publicano (recaudador de impuestos); Santiago hijo de Alfeo, y Lebeo por sobrenombre (apellido) Tadeo;
4 Simón el Cananita (el zelote) y Judas Iscariote, que también Le entregó (once eran Galileos; uno, Judas Iscariote, era de Judea).
LA MISIÓN
5 Estos Doce envió Jesús, a los cuales dio Mandamiento, diciendo, Por el camino de los Gentiles no iréis, y en ciudad de Samaritanos no entréis (tenía que tratar primero con Israel; después de la Cruz, Resurrección y Ascensión, el Mandato sería ir por todo el mundo [Marc. 16:15]):
6 Mas id antes a las ovejas perdidas de la Casa de Israel (note usted las "ovejas perdidas," que refuta la doctrina falsa de la Seguridad Eterna Incondicional).
7 Y yendo, predicad, diciendo, El Reino de los Cielos se ha acercado (el Reino fue rechazado por Israel).
8 Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios (espíritus demoníacos): de gracia recibisteis, dad de gracia (nunca se debe cobrar).
9 No proveáis oro, ni plata, ni cobre en vuestras bolsas (tiene que depender del Señor para todo),
10 Ni alforja para el camino, ni dos ropas de vestir, ni zapatos, ni bordón: porque el obrero digno es de su alimento (es una pena cobrar el fruto del trabajo, sin trabajar).
11 Mas en cualquier ciudad o aldea donde entrareis, investigad quien sea en ella digno (de Fe semejante); posad allí hasta que salgáis (coopere con ellos).
12 Y entrando en la casa, saludadla (bendígala con la paz).
13 Y si la casa fuere digna (de la misma Fe), vuestra paz (bendición) vendrá sobre ella: mas si no fuere digna (demuestra que no es de la misma Fe), vuestra paz se volverá a vosotros (no la bendiga).
14 Y cualquiera que no os recibiere, ni oyere vuestras palabras, salid de aquella casa o ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies (una maldición ya está sobre éstos).
15 De cierto os digo (un anuncio sumamente importante), Que el castigo será más tolerable (diferentes grados de castigo) a la tierra de los de Sodoma y de los de Gomorra en el Día del Juicio (el Juicio del Gran Trono Blanco, Apoc., cap. 20) que a aquella ciudad.
LA PERSECUCIÓN
16 He aquí, Yo os envío (Cristo los envía) como a ovejas en medio de lobos (la mayoría de los lobos están en la Iglesia): sed pues prudentes como serpientes, y sencillos como palomas.
17 Y guardaos de los hombres (los religiosos apóstatas): porque os entregarán en Concilios, y en sus Sinagogas os azotarán (el mundo religioso se opone a Cristo y a la Cruz);
LA ENEMISTAD
18 Y aún a Príncipes y a Reyes (la persecución de la Iglesia muchas veces es seguida por la del Estado) seréis llevados por causa de Mí (la hostilidad contra Cristo), por testimonio contra ellos (tome la oportunidad de testificar a ellos) y a los Gentiles (una predicción de la Iglesia que está pronto a venir).
19 Mas cuando os entregaren (no "si" ocurriría sino "cuando"), no os apuréis por cómo o qué hablaréis (la defensa se deja para el Señor): porque en aquella hora os será dado qué habéis de hablar (la unción del Espíritu).
20 Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre (El Espíritu Santo) que habla en vosotros ("en vosotros," el Bautismo con el Espíritu [Hch. 2:4]).
21 Y el hermano entregará al hermano a la muerte, y el padre al hijo: y los hijos se levantarán contra los padres, y los harán morir (la animosidad contra Cristo y la Cruz es mayor que el amor por los seres queridos).
22 Y seréis aborrecidos de todos por Mi Nombre (la ofensa de la Cruz): mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo (la persecución continuará hasta la Segunda Venida).
23 Mas cuando os persiguieren en esta ciudad (la certeza de la oposición), huid a la otra (que siga evangelizando): porque de cierto os digo (recuerde esto), Que no acabaréis de andar por todas las ciudades de Israel (debido a la persecución, que es precisamente lo que fue en este caso), hasta que venga el Hijo del Hombre (audazmente anunciando la Segunda Venida).
LA INSTRUCCIÓN
24 El discípulo no es más que su maestro (tal como persiguieron a Cristo, perseguirán a sus seguidores), ni el siervo más que su señor (dicho así de dos maneras para acentuar la certidumbre de su cumplimiento).
25 Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor (el Creyente debe experimentar la misma oposición que su Señor). Si al padre de la familia llamaron Beelzebú (del Diablo), ¿cuánto más a los de su casa?
26 Así que no los temáis (el temor no debe guiar el Mensaje): porque nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni oculto, que no haya de saberse (el día de darse cuenta está por venir).
27 Lo que os digo en tinieblas (en oración), decidlo en la luz (abiertamente): y lo que oís al oído (lo que el Espíritu revela), predicadlo desde los terrados (en público).
28 Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar (no tema usted a los hombres): temed antes a Aquel (Dios) que puede destruir el alma y el cuerpo en el Infierno.
29 ¿No se venden dos pajarillos por un cuarto (muy barato)? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre (sin Su Conocimiento o Voluntad).
30 Pues aun vuestros cabellos están todos contados (busque a Dios Quien sabe todas las cosas y puede hacer todas las cosas).
31 Así que no temáis (¿de qué tenemos que temer, cuando servimos a Alguien que todo lo sabe [es omnisciente] y es todopoderoso [es omnipotente]?): más valéis vosotros que muchos pajarillos (si Dios tiene cuidado de ellos, lo cual es así, ¿no tendrá Él cuidado de usted?).
32 Cualquiera pues que Me confesare delante de los hombres (ligar al hombre a Dios), le confesaré Yo también delante de mi Padre que está en los Cielos (al confesar a Cristo, una confesión correspondiente se hace Cristo).
33 Y cualquiera que Me negare delante de los hombres (Cristo Solo es el punto focal), le negaré Yo también delante de Mi Padre que está en los Cielos.
LA OPOSICIÓN
34 No penséis que he venido para meter paz en la Tierra (la entrada de Cristo en el mundo manifiesta el mal que hay en el corazón): no he venido para meter paz, sino espada (la espada contra los Justos será la reacción de los religiosos réprobos).
35 Porque he venido para hacer disensión del hombre (en desacuerdo) contra su padre, y de la hija contra su madre, y de la nuera contra su suegra.
36 Y los enemigos del hombre serán los de su casa (indica no solamente de la familia inmediata, pero a veces, de la familia de la Iglesia).
EL DISCIPULADO
37 El que ama padre o madre más que a Mí, no es digno de Mí (Cristo debe ser primero en todas las cosas): y el que ama hijo o hija más que a Mí, no es digno de Mí (digno de recibir lo que Yo hice por él en la Cruz).
38 Y el que no toma su cruz (una "Fe" total en la Cruz con la exclusión de toda otra cosa), y sigue en pos de Mí (podemos seguirlo a Él solamente por el "Camino" de la Cruz), no es digno de Mí (no es digno de las bendiciones proporcionadas por la "Victoria" de la Cruz).
39 El que hallare su vida la perderá (el que rechaza la Cruz pierde su vida): y el que perdiere su vida por causa de Mí la hallará (pone su vida en Cristo, efectuado por la Cruz [Rom. 6:3-5]).
LAS RECOMPENSAS
40 El que os recibe a vosotros, a Mí recibe (el que recibe a Mi Mensajero Me recibe a Mí), y el que a Mí recibe, recibe al que (Dios El Padre) Me envió.
41 El que recibe a un Profeta en nombre de Profeta (porque él es un Verdadero Profeta) recompensa de Profeta recibirá; y el que recibe a Justo en nombre del Justo (porque él es un hombre Justo) recompensa del Justo recibirá (alguien que desempeña una Misión Justa).
42 Y cualquiera que diere a uno de estos pequeñitos (el Creyente más reciente) un vaso de agua fría solamente, en nombre del Discípulo (porque él es un seguidor de Cristo), de cierto os digo, que no perderá su recompensa (una recompensa está garantizada).

Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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