25 July 2012

El 25 de Julio Lectura Bíblica Diaria




El 25 de Julio Lectura Bíblica Diaria:

1 Reyes 14 a 16:
En aquel tiempo se enfermó Abías hijo de Jeroboán, y éste le dijo a su esposa: "Disfrázate para que nadie se dé cuenta de que eres mi esposa. Luego vete a Siló, donde está Ahías, el profeta que me anunció que yo sería rey de este pueblo. Llévate diez panes, algunas tortas y un jarro de miel. Cuando llegues, él te dirá lo que va a pasar con nuestro hijo." Así que la esposa de Jeroboán emprendió el viaje a Siló y fue a casa de Ahías. Debido a su edad, Ahías había perdido la vista y estaba ciego. Pero el Señor le había dicho: "La esposa de Jeroboán, haciéndose pasar por otra, viene a pedirte información acerca de su hijo, que está enfermo. Quiero que le des tal y tal respuesta." Así que cuando Ahías oyó el sonido de sus pasos, se dirigió a la puerta y dijo: "Esposa de Jeroboán, ¿por qué te haces pasar por otra? Entra, que tengo malas noticias para ti. Regresa a donde está Jeroboán y adviértele que así dice el Señor, Dios de Israel: Yo te levanté de entre mi pueblo Israel y te hice su gobernante. Le quité el reino a la familia de David para dártelo a ti. Tú, sin embargo, no has sido como mi siervo David, que cumplió mis mandamientos y me siguió con todo el corazón, haciendo solamente lo que me agrada. Por el contrario, te has portado peor que todos los que vivieron antes de ti, al extremo de hacerte otros dioses, ídolos de metal; esto me enfurece, pues me has dado la espalda. " 'Por eso voy a enviarle una desgracia a la familia de Jeroboán. De sus descendientes en Israel exterminaré hasta el último varón, esclavo o libre. Barreré la descendencia de Jeroboán como se barre el estiércol, hasta no dejar rastro. A los que mueran en la ciudad se los comerán los perros, y a los que mueran en el campo se los comerán las aves del cielo. ¡El Señor lo ha dicho! "En cuanto a ti, vuelve a tu casa, pues cuando llegues a la ciudad, morirá el muchacho. Entonces todos los israelitas harán duelo por él y lo sepultarán. De la familia de Jeroboán sólo él será sepultado, porque en esa familia sólo él ha complacido al Señor, Dios de Israel. "El Señor levantará para sí un rey en Israel que exterminará a la familia de Jeroboán. De ahora en adelante el Señor sacudirá a los israelitas como el agua sacude las cañas. Los desarraigará de esta buena tierra que les dio a sus antepasados y los dispersará más allá del río Éufrates, porque se hicieron imágenes de la diosa Aserá y provocaron así la ira del Señor. Y el Señor abandonará a Israel por los pecados que Jeroboán cometió e hizo cometer a los israelitas." Entonces la esposa de Jeroboán se puso en marcha y regresó a Tirsá. En el momento en que atravesó el umbral de la casa, el muchacho murió. Así que lo sepultaron, y todo Israel hizo duelo por él, según la palabra que el Señor había anunciado por medio de su siervo, el profeta Ahías. Los demás acontecimientos del reinado de Jeroboán, sus batallas y su gobierno, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. Jeroboán reinó cuarenta y dos años. Cuando murió, su hijo Nadab lo sucedió en el trono. Roboán, rey de Judá Roboán hijo de Salomón fue rey de Judá. Tenía cuarenta y un años cuando ascendió al trono, y reinó diecisiete años en Jerusalén, la ciudad donde, de entre todas las tribus de Israel, el Señor había decidido habitar. La madre de Roboán era una amonita llamada Noamá. Los habitantes de Judá hicieron lo que ofende al Señor, y con sus pecados provocaron los celos del Señor más que sus antepasados. Además, en todas las colinas y bajo todo árbol frondoso se construyeron santuarios paganos, piedras sagradas e imágenes de la diosa Aserá. Incluso se practicaba en el país la prostitución sagrada. El pueblo participaba en todas las repugnantes ceremonias de las naciones que el Señor había expulsado del territorio de los israelitas. Sisac, rey de Egipto, atacó a Jerusalén en el quinto año del reinado de Roboán, y saqueó los tesoros del templo del Señor y del palacio real. Se lo llevó todo, aun los escudos de oro que Salomón había hecho. Para reemplazarlos, el rey Roboán mandó hacer escudos de bronce y los puso al cuidado de los jefes de la guardia que custodiaba la entrada del palacio real. Siempre que el rey iba al templo del Señor, los guardias portaban los escudos, pero luego los devolvían a la sala de los centinelas. Los demás acontecimientos del reinado de Roboán, y todo lo que hizo, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá. Durante su reinado hubo guerra constante entre él y Jeroboán. Cuando murió Roboán, hijo de la amonita llamada Noamá, fue sepultado con sus antepasados en la Ciudad de David, y su hijo Abías lo sucedió en el trono. En el año dieciocho del reinado de Jeroboán hijo de Nabat, Abías ascendió al trono de Judá, y reinó en Jerusalén tres años. Su madre era Macá hija de Abisalón. Abías cometió todos los pecados que, antes de él, había cometido su padre, pues no siempre fue fiel al Señor su Dios como lo había sido su antepasado David. No obstante, por consideración a David, el Señor su Dios mantuvo la lámpara de David encendida en Jerusalén, y le dio un hijo que lo sucediera, para fortalecer así a Jerusalén. Porque David había hecho lo que agrada al Señor, y en toda su vida no había dejado de cumplir ninguno de los mandamientos del Señor, excepto en el caso de Urías el hitita. Durante toda la vida de Abías hubo guerra entre Roboán y Jeroboán. Los demás acontecimientos del reinado de Abías, y todo lo que hizo, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá. También hubo guerra entre Abías y Jeroboán. Y Abías murió y fue sepultado en la Ciudad de David. Y su hijo Asá lo sucedió en el trono. Asá, rey de Judá En el año veinte de Jeroboán, rey de Israel, Asá ocupó el trono de Judá, y reinó en Jerusalén cuarenta y un años. Su abuela era Macá hija de Abisalón. Asá hizo lo que agrada al Señor, como lo había hecho su antepasado David. Expulsó del país a los que practicaban la prostitución sagrada y acabó con todos los ídolos que sus antepasados habían fabricado. Hasta destituyó a su abuela Macá de su puesto como reina madre, porque ella se había hecho una escandalosa imagen de la diosa Aserá. Asá derribó la imagen y la quemó en el arroyo de Cedrón. Aunque no quitó los santuarios paganos, Asá se mantuvo siempre fiel al Señor. Además, llevó al templo del Señor el oro, la plata y los utensilios que él y su padre habían consagrado. Durante los reinados de Asá y Basá, rey de Israel, hubo guerra entre ellos. Basá, rey de Israel, atacó a Judá y fortificó Ramá para aislar totalmente a Asá, rey de Judá. Entonces Asá tomó todo el oro y la plata que habían quedado en los tesoros del templo del Señor y de su propio palacio, y les encargó a sus funcionarios que se los llevaran a Ben Adad, hijo de Tabrimón y nieto de Hezión, rey de Siria, que estaba gobernando en Damasco. Y le envió este mensaje: "Hagamos tú y yo un tratado como el que antes hicieron tu padre y el mío. Aquí te envío un presente de oro y plata. Anula tu tratado con Basá, rey de Israel, para que se marche de aquí." Ben Adad estuvo de acuerdo con el rey Asá y mandó a los jefes de su ejército para que atacaran las ciudades de Israel. Así conquistó Iyón, Dan, Abel Betmacá y todo Quinéret, además de Neftalí. Cuando Basá se enteró, dejó de fortificar Ramá y se retiró a Tirsá. Entonces el rey Asá movilizó a todo Judá, sin eximir a nadie, y se llevaron de Ramá las piedras y la madera con que Basá había estado fortificando la ciudad. Con ellas el rey Asá fortificó Gueba de Benjamín, y también Mizpa. Los demás acontecimientos del reinado de Asá, y todo su poderío y todo lo que hizo, y lo que atañe a las ciudades que edificó, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá. Sin embargo, en su vejez sufrió una enfermedad de los pies. Luego Asá murió y fue sepultado con sus antepasados en la Ciudad de David. Y su hijo Josafat lo sucedió en el trono. Nadab, rey de Israel En el segundo año de Asá, rey de Judá, Nadab hijo de Jeroboán ascendió al trono de Israel y reinó allí dos años. Pero Nadab hizo lo que ofende al Señor, pues siguió el mal ejemplo de su padre, persistiendo en el mismo pecado con que éste hizo pecar a Israel. Basá hijo de Ahías, de la tribu de Isacar, conspiró contra Nadab y lo derrotó en la ciudad filistea de Guibetón, a la que Nadab y todo Israel tenían sitiada. En el tercer año de Asá, rey de Judá, Basá mató a Nadab y lo sucedió en el trono. Tan pronto como comenzó a reinar, Basá mató a toda la familia de Jeroboán. No dejó vivo a ninguno de sus descendientes, sino que los eliminó a todos, según la palabra que el Señor dio a conocer por medio de su siervo Ahías el silonita. Esto sucedió a raíz de los pecados que Jeroboán cometió e hizo cometer a los israelitas, con lo que provocó la ira del Señor, Dios de Israel. Los demás acontecimientos del reinado de Nadab, y todo lo que hizo, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. Durante los reinados de Asá de Judá y Basá de Israel, hubo guerra entre ellos. Basá, rey de Israel En el tercer año de Asá, rey de Judá, Basá hijo de Ahías ascendió al trono, y durante veinticuatro años reinó en Tirsá sobre todo Israel. Basá hizo lo que ofende al Señor, pues siguió el mal ejemplo de Jeroboán, persistiendo en el mismo pecado con que éste hizo pecar a Israel. En aquel tiempo la palabra del Señor vino a Jehú hijo de Jananí y le dio este mensaje contra Basá: "Yo te levanté del polvo y te hice gobernante de mi pueblo Israel, pero tú seguiste el mal ejemplo de Jeroboán e hiciste que mi pueblo Israel pecara y provocara así mi enojo. Por eso estoy a punto de aniquilarte y de hacer con tu familia lo mismo que hice con la de Jeroboán hijo de Nabat. A los que mueran en la ciudad se los comerán los perros, y a los que mueran en el campo se los comerán las aves del cielo." Los demás acontecimientos del reinado de Basá, y lo que hizo y atañe a sus obras, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. Basá murió y fue sepultado en Tirsá. Y su hijo Elá lo sucedió en el trono. Además, por medio del profeta Jehú hijo de Jananí la palabra del Señor vino contra Basá y su familia, debido a todas las ofensas que éste había cometido contra el Señor, provocando así su ira. Y aunque destruyó a la familia de Jeroboán, llegó a ser semejante a ésta por las obras que hizo. Elá, rey de Israel En el año veintiséis de Asá, rey de Judá, Elá hijo de Basá ascendió al trono de Israel, y reinó dos años en Tirsá. Pero conspiró contra él Zimri, uno de sus funcionarios, que tenía el mando de la mitad de sus carros de combate. Estaba Elá en Tirsá, emborrachándose en la casa de Arsá, administrador de su palacio. En ese momento irrumpió Zimri y lo hirió de muerte, y lo suplantó en el trono. Era el año veintisiete de Asá, rey de Judá. Tan pronto como Zimri usurpó el trono, eliminó a toda la familia de Basá. Exterminó hasta el último varón, fuera pariente o amigo. Así aniquiló a toda la familia de Basá, conforme a la palabra que el Señor había anunciado contra Basá por medio del profeta Jehú. Esto sucedió a raíz de todos los pecados que Basá y su hijo Elá cometieron e hicieron cometer a los israelitas, provocando con sus ídolos inútiles la ira del Señor, Dios de Israel. Los demás acontecimientos del reinado de Elá, y todo lo que hizo, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. Zimri, rey de Israel En el año veintisiete de Asá, rey de Judá, mientras el ejército estaba acampado contra la ciudad filistea de Guibetón, Zimri reinó en Tirsá siete días. El mismo día en que las tropas oyeron decir que Zimri había conspirado contra el rey y lo había asesinado, allí mismo en el campamento todo Israel proclamó como rey de Israel a Omrí, el jefe del ejército. Entonces Omrí y todos los israelitas que estaban con él se retiraron de Guibetón y sitiaron Tirsá. Cuando Zimri vio que la ciudad estaba a punto de caer, se metió en la torre del palacio real y le prendió fuego. Así murió por los pecados que había cometido, pues hizo lo que ofende al Señor, siguiendo el mal ejemplo de Jeroboán y persistiendo en el mismo pecado con que éste hizo pecar a Israel. Los demás acontecimientos del reinado de Zimri, incluso lo que atañe a su rebelión, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. Omrí, rey de Israel Entonces el pueblo de Israel se dividió en dos facciones: la mitad respaldaba como rey a Tibni hijo de Guinat, y la otra, a Omrí. Pero los partidarios de Omrí derrotaron a los de Tibni, el cual murió en la contienda. Así fue como Omrí ascendió al trono. En el año treinta y uno de Asá, rey de Judá, Omrí ascendió al trono de Israel, y reinó doce años, seis de ellos en Tirsá. A un cierto Sémer le compró el cerro de Samaria por sesenta y seis kilos de plata, y allí construyó una ciudad. En honor a Sémer, nombre del anterior propietario del cerro, la llamó Samaria. Pero Omrí hizo lo que ofende al Señor y pecó más que todos los reyes que lo precedieron. Siguió el mal ejemplo de Jeroboán hijo de Nabat, persistiendo en el mismo pecado con que éste hizo pecar a Israel y provocando con sus ídolos inútiles la ira del Señor, Dios de Israel. Los demás acontecimientos del reinado de Omrí, incluso lo que atañe a las proezas que realizó, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. Omrí murió y fue sepultado en Samaria. Y su hijo Acab lo sucedió en el trono. Acab, rey de Israel En el año treinta y ocho de Asá, rey de Judá, Acab hijo de Omrí ascendió al trono, y reinó sobre Israel en Samaria veintidós años. Acab hijo de Omrí hizo lo que ofende al Señor, más que todos los reyes que lo precedieron. Como si hubiera sido poco el cometer los mismos pecados de Jeroboán hijo de Nabat, también se casó con Jezabel hija de Et Baal, rey de los sidonios, y se dedicó a servir a Baal y a adorarlo. Le erigió un altar en el templo que le había construido en Samaria, y también fabricó una imagen de la diosa Aserá. En fin, hizo más para provocar la ira del Señor, Dios de Israel, que todos los reyes de Israel que lo precedieron. En tiempos de Acab, Jiel de Betel reconstruyó Jericó. Echó los cimientos al precio de la vida de Abirán, su hijo mayor, y puso las puertas al precio de la vida de Segub, su hijo menor, según la palabra que el Señor había dado a conocer por medio de Josué hijo de Nun.



Salmo 73:
En verdad, ¡cuán bueno es Dios con Israel, con los puros de corazón! Yo estuve a punto de caer, y poco me faltó para que resbalara. Sentí envidia de los arrogantes, al ver la prosperidad de esos malvados. Ellos no tienen ningún problema; su cuerpo está fuerte y saludable. Libres están de los afanes de todos; no les afectan los infortunios humanos. Por eso lucen su orgullo como un collar, y hacen gala de su violencia. ¡Están que revientan de malicia, y hasta se les ven sus malas intenciones! Son burlones, hablan con doblez, y arrogantes oprimen y amenazan. Con la boca increpan al cielo, con la lengua dominan la tierra. Por eso la gente acude a ellos y cree todo lo que afirman. Hasta dicen: "¿Cómo puede Dios saberlo? ¿Acaso el Altísimo tiene entendimiento?" Así son los impíos; sin afanarse, aumentan sus riquezas. En verdad, ¿de qué me sirve mantener mi corazón limpio y mis manos lavadas en la inocencia, si todo el día me golpean y de mañana me castigan? Si hubiera dicho: "Voy a hablar como ellos", habría traicionado a tu linaje. Cuando traté de comprender todo esto, me resultó una carga insoportable, hasta que entré en el santuario de Dios; allí comprendí cuál será el destino de los malvados: En verdad, los has puesto en terreno resbaladizo, y los empujas a su propia destrucción. ¡En un instante serán destruidos, totalmente consumidos por el terror! Como quien despierta de un sueño, así, *Señor, cuando tú te levantes, desecharás su falsa apariencia. Se me afligía el corazón y se me amargaba el ánimo por mi *necedad e ignorancia. ¡Me porté contigo como una bestia! Pero yo siempre estoy contigo, pues tú me sostienes de la mano derecha. Me guías con tu consejo, y más tarde me acogerás en gloria. ¿A quién tengo en el cielo sino a ti? Si estoy contigo, ya nada quiero en la tierra. Podrán desfallecer mi cuerpo y mi espíritu, [pero Dios fortalece mi corazón; él es mi herencia eterna. Perecerán los que se alejen de ti; tú destruyes a los que te son infieles. Para mí el bien es estar cerca de Dios. para contar todas sus obras.


Proverbios 5:
Hijo mío, pon atención a mi sabiduría y presta oído a mi buen juicio, para que al hablar mantengas la discreción y retengas el conocimiento. De los labios de la adúltera fluye miel; su lengua es más suave que el aceite. Pero al fin resulta más amarga que la hiel y más cortante que una espada de dos filos. Sus pies descienden hasta la muerte; sus pasos van derecho al sepulcro. No toma ella en cuenta el camino de la vida; sus sendas son torcidas, y ella no lo reconoce. Pues bien, hijo mío, préstame atención y no te apartes de mis palabras. Aléjate de la adúltera; no te acerques a la puerta de su casa, para que no entregues a otros tu vigor, ni tus años a gente cruel; para que no sacies con tu fuerza a gente extraña, ni vayan a dar en casa ajena tus esfuerzos. Porque al final acabarás por llorar, cuando todo tu ser se haya consumido. Y dirás: "¡Cómo pude aborrecer la corrección! ¡Cómo pudo mi corazón despreciar la disciplina! No atendí a la voz de mis maestros, ni presté oído a mis instructores. Ahora estoy al borde de la ruina, en medio de toda la comunidad." Bebe el agua de tu propio pozo, el agua que fluye de tu propio manantial. ¿Habrán de derramarse tus fuentes por las calles y tus corrientes de aguas por las plazas públicas? Son tuyas, solamente tuyas, y no para que las compartas con extraños. ¡Bendita sea tu fuente! ¡Goza con la esposa de tu juventud! Es una gacela amorosa, es una cervatilla encantadora. ¡Que sus pechos te satisfagan siempre! ¡Que su amor te cautive todo el tiempo! ¿Por qué, hijo mío, dejarte cautivar por una adúltera? ¿Por qué abrazarte al pecho de la mujer ajena? Nuestros caminos están a la vista del Señor; él examina todas nuestras sendas. Al malvado lo atrapan sus malas obras; las cuerdas de su pecado lo aprisionan. Morirá por su falta de disciplina; perecerá por su gran insensatez.



El Libro de Apocalipsis Capítulo 9 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:


EL APOCALIPSIS
DE SAN JUAN





CAPÍTULO 9
(96 d.C.)
LA QUINTA TROMPETA





Y EL quinto Ángel tocó la Trompeta (indica el quinto Juicio, y como se mencionó, el primer "Ay"), y vi una estrella que cayó del Cielo en la Tierra (realmente se refiere a Satanás, como lo indica la siguiente frase [Luc. 10:18]): y le fue dada la llave del pozo del abismo. (Cristo le da esta "llave" a Satanás aunque Él pueda dársela a un Ángel para que se la dé al Maligno [Apoc. 20:1].)
2 Y (Satanás) abrió el pozo del abismo; y subió humo del pozo como el humo de un gran horno; y se oscureció el sol y el aire por el humo del pozo. (Probablemente estará concentrado en el antiguo territorio del Imperio Romano.)
3 Y del humo salieron langostas sobre la Tierra (son langostas de demonio, justo como los siguientes Versículos lo demuestran): y les fue dada potestad, como tienen potestad los escorpiones de la Tierra (se refiere al aguijón en sus colas y el dolor que ésto causará).
4 Y les fue mandado que no hiciesen daño a la hierba de la Tierra, ni a ninguna cosa verde, ni a ningún árbol (las langostas normales destruyen la vida vegetal; pero a éstos no se les permiten); sino solamente a los hombres que no tienen el Sello de Dios en sus frentes (se refiere a los 144.000 Judíos que han aceptado a Cristo como su Salvador [Apoc. 7:2-8]).
5 Y le fue dado que no los matasen, sino que los atormentasen cinco meses (será literal, más aún serán invisibles estas criaturas): y su tormento era como tormento de escorpión, cuando hiere al hombre (dolor e hinchazón).
6 Y en aquellos días buscarán los hombres la muerte, y no la hallarán; y desearán morir, y la muerte huirá de ellos. (¡El dolor será tan terrible que la gente querrá morirse, será realmente terrible! Claramente los analgésicos no surtirán efectos. Sería interesante notar cómo los médicos diagnosticarían todo esto, por no decir otra cosa más.)
7 Y el parecer de las langostas era semejante a caballos preparados para la guerra; y sobre sus cabezas tenían como coronas semejantes al oro, y sus caras como caras de hombres. (Son espíritus demoníacos, pero serán invisibles. Si se pudieran verlos, así es como ellos se verían. La Biblia no nos dice su origen. Sabemos que al principio no fueron creados de esta manera, sino que naturalmente se transformaron así en la revolución instigada por Lucifer contra Dios [Isa. 14:12-20; Ezeq. 28:11-19].)
8 Y tenían cabellos como cabellos de mujeres: y sus dientes eran como dientes de leones. (Ellos, sin duda, fueron al principio creados por Dios para realizar una función particular de alabanza y adoración, justo como los "Seres Vivientes," pero han sufrido este destino debido a la rebelión contra Dios.)
9 Y tenían corazas como corazas de hierro; y el estruendo de sus alas, como el ruido de carros que con muchos caballos corren a la batalla. (Nos da una vislumbre del mundo de los espíritus. Es la razón por la cual la psicología humanística es una insensatez porque sus esfuerzos son inútiles contra dichos enemigos. La única solución es Cristo y la Cruz.)
10 Y tenían colas semejantes a las de los escorpiones, y tenían en sus colas aguijones: y su poder era de hacer daño a los hombres cinco meses. (Este Juicio está limitado a cinco meses, lo que nos indica que Satanás sólo puede hacer lo que Dios le permite.)
11 Y tienen sobre sí por rey al Ángel del abismo (nos da un mayor entendimiento del mundo de los espíritus de la oscuridad), cuyo nombre en Hebreo es Abadón, y en Griego, Apolión. (Es un poderoso Ángel caído, quien claramente compartió la suerte de Lucifer en la gran rebelión contra Dios. Solamente cuatro Ángeles se nombran en Las Escrituras, "Gabriel, Miguel, Lucifer y Apolión," los dos primeros son Justos.)
12 El primer Ay es pasado (se refiere al quinto Juicio de Trompetas); he aquí, vienen aún dos ayes después de estas cosas. (Las palabras "he aquí" llaman la atención al hecho de que los dos "ayes" restantes serán sumamente horrorosos.)
LA SEXTA TROMPETA
13 Y el sexto Ángel tocó la Trompeta (es el segundo "ay"), y oí una voz de los cuatro cuernos del Altar de Oro que estaba delante de Dios (es el "Altar del Incienso"; la "voz" es probablemente del mismo Ángel que vino y se paró delante del Altar y tuvo mucho Incienso [6:9; 8:3]),
14 Diciendo al sexto Ángel que tenía la Trompeta, Desata los cuatro Ángeles que están atados en el gran río Eufrates. (Son Ángeles malos, de aquí "atados" anteriormente. El río "Eufrates" señala el área. Es donde todo comenzó, es donde todo terminará y está en preparación ahora mismo.)
15 Y fueron desatados los cuatro Ángeles que estaban preparados para la hora, y día, y mes, y año, para matar la tercera parte de los hombres. (No se debe confundir a estos cuatro Ángeles con los cuatro Ángeles de Apoc. 7:1. Aquellos primeros son Ángeles Justos, mientras que estos otros cuatro son malos. Ellos son ejecutores de la ira de Dios. De nuevo, este Juicio estará limitado al antiguo territorio del Imperio Romano.)
16 Y el número del ejército de los de a caballo era doscientos millones (200 millones): y oí el número de ellos. (No es simbólico de un ejército humano sino de espíritus demoníacos, los cuales serán invisibles también.)
17 Y así vi los caballos en visión (caballos de demonios), y los que sobre ellos estaban sentados, los cuales tenían corazas de fuego, de jacinto, y de azufre: y las cabezas de los caballos eran como cabezas de leones; y de la boca de ellos salía fuego, y humo, y azufre. (Todo esto representa a espíritus demoníacos montados en caballos de demonios.)
18 De estas tres plagas fue muerta la tercera parte de los hombres, del fuego, y del humo, y del azufre, que salían de la boca de ellos. (Es muy posible que más de trescientos millones de personas mueran en consecuencia de esta plaga en particular. Lo que se crea que sea la causa, la causa concreta será lo que está descrito aquí.)
19 Porque su poder está en su boca y en sus colas: porque sus colas eran semejantes a serpientes, y tenían cabezas, y con ellas dañan. (De nuevo, nos dan una vislumbre en el mundo de los espíritus. Es la razón por la cual Pablo dijo que "no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra poderes, contra señores del mundo, contra gobernadores de estas tinieblas, contra malicias espirituales en las regiones celestiales" [Ef. 6:12].)
20 Y los otros hombres que no fueron muertos con estas plagas (de nuevo, probablemente limitado a la región del Medio Oriente), aun no se arrepintieron de las obras de sus manos (como es evidente, los hombres no se arrepienten fácilmente), para que no adorasen a los demonios, y a las imágenes de oro, y de plata, y de metal, y de piedra, y de madera: las cuales no pueden ver, ni oír, ni andar (toda adoración a Dios debe basarse estrictamente en el Sacrificio de Cristo y el Nombre de Cristo, de otro modo es "una obra de las manos del hombre," que Dios nunca puede aceptar [Ef. 2:13-18]):
21 Y no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus latrocinios. (El Espíritu Santo otra vez recalca al hecho de que ellos no se van a arrepentir. El hombre, en la esfera del mundo debe Arrepentirse del pecado de crear otro dios. En la esfera de la Iglesia, debe Arrepentirse del pecado de crear otro Sacrificio.)



Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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