19 July 2012

El 19 de Julio Lectura Bíblica Diaria



El 19 de Julio Lectura Bíblica Diaria:

2 Samuel 20 a 22:
Por allí se encontraba un malvado que se llamaba Sabá hijo de Bicrí, que era benjaminita. Dando un toque de trompeta, se puso a gritar:
"¡Pueblo de Israel, todos a sus casas, pues no tenemos parte con David,
ni herencia con el hijo de Isaí!" Entonces todos los israelitas abandonaron a David y siguieron a Sabá hijo de Bicrí. Los de Judá, por su parte, se mantuvieron fieles a su rey y lo acompañaron desde el Jordán hasta Jerusalén. Cuando el rey David llegó a su palacio en Jerusalén, sacó a las diez concubinas que había dejado a cargo del palacio y las puso bajo vigilancia. Siguió manteniéndolas, pero no volvió a acostarse con ellas. Hasta el día de su muerte, quedaron encerradas y viviendo como si fueran viudas. Luego el rey le ordenó a Amasá: "Moviliza a las tropas de Judá, y preséntate aquí con ellas dentro de tres días." Amasá salió para movilizar a las tropas, pero no cumplió con el plazo. Por eso David le dijo a Abisay: "Ahora Sabá hijo de Bicrí va a perjudicarnos más que Absalón. Así que hazte cargo de la guardia real, y sal a perseguirlo, no sea que llegue a alguna ciudad fortificada y se nos escape." Entonces los soldados de Joab, junto con los quereteos, los peleteos y todos los oficiales, bajo el mando de Abisay salieron de Jerusalén para perseguir a Sabá hijo de Bicrí. Al llegar a la gran roca que está en Gabaón, Amasá les salió al encuentro. Joab tenía su uniforme ajustado con un cinturón, y ceñida al muslo llevaba una daga envainada. Pero al caminar, la daga se le cayó. Con la mano derecha, Joab tomó a Amasá por la barba para besarlo, mientras le preguntaba: "¿Cómo estás, hermano?" Amasá no se percató de que en la otra mano Joab llevaba la daga, así que Joab se la clavó en el vientre, y las entrañas de Amasá se derramaron por el suelo. Amasá murió de una sola puñalada, y luego Joab y su hermano Abisay persiguieron a Sabá hijo de Bicrí. Uno de los soldados de Joab, deteniéndose junto al cuerpo de Amasá, exclamó: "¡Todos los que estén a favor de Joab y que apoyen a David, sigan a Joab!" Como el cuerpo de Amasá, bañado en sangre, había quedado en medio del camino, todas las tropas que pasaban se detenían para verlo. Cuando aquel soldado se dio cuenta de esto, retiró el cuerpo hacia el campo y lo cubrió con un manto. Luego de que Amasá fue apartado del camino, todas las tropas fueron con Joab a perseguir a Sabá hijo de Bicrí. Sabá recorrió todas las tribus de Israel, hasta llegar a Abel Betmacá, y allí todos los del clan de Bicrí se le unieron. Las tropas de Joab llegaron a la ciudad de Abel Betmacá y la sitiaron. Construyeron una rampa contra la fortificación para atacar la ciudad, y cuando los soldados comenzaban a derribar la muralla, una astuta mujer de la ciudad les gritó:
¡Escúchenme! ¡Escúchenme! Díganle a Joab que venga acá para que yo pueda hablar con él. Joab se le acercó.
¿Es usted Joab? le preguntó la mujer.
Así es.
Entonces la mujer le dijo:
Ponga atención a las palabras de esta servidora suya.
Te escucho respondió Joab. Ella continuó:
Antiguamente, cuando había alguna discusión, la gente resolvía el asunto con este dicho: Vayan y pregunten en Abel. Nuestra ciudad es la más pacífica y fiel del país, y muy importante en Israel; usted, sin embargo, intenta arrasarla. ¿Por qué quiere destruir la heredad del Señor? ¡Que Dios me libre! replicó Joab. ¡Que Dios me libre de arrasarla y destruirla! Yo no he venido a eso, sino a capturar a un hombre llamado Sabá hijo de Bicrí. Es de la sierra de Efraín y se ha sublevado contra el rey David. Si me entregan a ese hombre, me retiro de la ciudad.
Muy bien respondió la mujer. Desde la muralla arrojaremos su cabeza. Y fue tal la astucia con que la mujer habló con todo el pueblo, que le cortaron la cabeza a Sabá hijo de Bicrí y se la arrojaron a Joab. Entonces Joab hizo tocar la trompeta, y todos los soldados se retiraron de la ciudad y regresaron a sus casas. Joab, por su parte, volvió a Jerusalén para ver al rey. Joab era general en jefe del ejército de Israel; Benaías hijo de Joyadá estaba al mando de los quereteos y los peleteos; Adonirán supervisaba el trabajo forzado; Josafat hijo de Ajilud era el secretario; Seva era el cronista; Sadoc y Abiatar eran los sacerdotes; Ira el yairita era sacerdote personal de David. Durante el reinado de David hubo tres años consecutivos de hambre. David le pidió ayuda al Señor, y él le contestó: "Esto sucede porque Saúl y su sanguinaria familia asesinaron a los gabaonitas." Los gabaonitas no pertenecían a la nación de Israel, sino que eran un remanente de los amorreos. Los israelitas habían hecho un pacto con ellos, pero tanto era el celo de Saúl por Israel y Judá que trató de exterminarlos. Entonces David convocó a los gabaonitas y les preguntó:
¿Qué quieren que haga por ustedes? ¿Cómo puedo reparar el mal que se les ha hecho, de modo que bendigan al pueblo que es herencia del Señor? Los gabaonitas respondieron:
No nos interesa el dinero de Saúl y de su familia, ni tampoco queremos que muera alguien en Israel.
Entonces, ¿qué desean que haga por ustedes? volvió a preguntar el rey. Saúl quiso destruirnos contestaron ellos; se propuso exterminarnos y nos expulsó de todo el territorio israelita. Por eso pedimos que se nos entreguen siete de los descendientes de Saúl, a quien el Señor escogió, para colgarlos en presencia del Señor en Guibeá de Saúl.
Se los entregaré les prometió el rey. Sin embargo, por el juramento que David y Jonatán se habían hecho en presencia del Señor, el rey tuvo compasión de Mefiboset, que era hijo de Jonatán y nieto de Saúl. Pero mandó apresar a Armoní y a Mefiboset, los dos hijos que Rizpa hija de Ayá había tenido con Saúl, y a los cinco hijos que Merab hija de Saúl había tenido con Adriel hijo de Barzilay, el mejolatita. David se los entregó a los gabaonitas, y ellos los colgaron en un monte, en presencia del Señor. Los siete murieron juntos, ajusticiados en los primeros días de la siega, cuando se comenzaba a recoger la cebada. Rizpa hija de Ayá tomó un saco y lo tendió para acostarse sobre la peña, y allí se quedó desde el comienzo de la siega hasta que llegaron las lluvias. No permitía que las aves en el día ni las fieras en la noche tocaran los cadáveres. Cuando le contaron a David lo que había hecho Rizpa hija de Ayá y concubina de Saúl, fue a recoger los huesos de Saúl y de su hijo Jonatán, que estaban en Jabés de Galaad. Los filisteos los habían colgado en la plaza de Betsán el día en que derrotaron a Saúl en Guilboa, pero los habitantes de la ciudad se los habían robado de allí. Así que David hizo que los trasladaran a Jerusalén, y que recogieran también los huesos de los siete hombres que habían sido colgados. Así fue como los huesos de Saúl y de su hijo Jonatán fueron enterrados en la tumba de Quis, el padre de Saúl, que está en Zela de Benjamín. Todo se hizo en cumplimiento de las órdenes del rey, y después de eso Dios tuvo piedad del país. Los filisteos reanudaron la guerra contra Israel, y David salió con sus oficiales para hacerles frente. Pero David se quedó agotado, así que intentó matarlo un gigante llamado Isbibenob, que iba armado con una espada nueva y una lanza de bronce que pesaba más de tres kilos. Sin embargo, Abisay hijo de Sarvia fue en su ayuda e hirió al filisteo y lo mató. Allí los soldados de David le hicieron este juramento: "Nunca más saldrá Su Majestad con nosotros a la batalla, no sea que alguien lo mate y se apague la lámpara de Israel." Algún tiempo después hubo en Gob otra batalla con los filisteos, y en esa ocasión Sibecay el jusatita mató al gigante Saf. En una tercera batalla, que también se libró en Gob, Eljanán hijo de Yaré Oreguín, oriundo de Belén, mató a Goliat[4] el guitita, cuya lanza tenía un asta tan grande como el rodillo de un telar. Hubo una batalla más en Gat. Allí había otro gigante, un hombre altísimo que tenía veinticuatro dedos, seis en cada mano y seis en cada pie. Éste se puso a desafiar a los israelitas, pero Jonatán hijo de Simá, que era hermano de David, lo mató. Esos cuatro gigantes, que eran descendientes de Rafá el guitita, cayeron a manos de David y de sus oficiales. David dedicó al Señor la letra de esta canción cuando el Señor lo libró de Saúl y de todos sus enemigos. Dijo así:
"El Señor es mi roca, mi amparo, mi libertador; es mi Dios, el peñasco en que me refugio.
Es mi escudo, el poder que me salva,
¡mi más alto escondite!
Él es mi protector y mi salvador.
¡Tú me salvaste de la violencia! Invoco al Señor, que es digno de alabanza,
y quedo a salvo de mis enemigos. "Las olas de la muerte me envolvieron;
los torrentes destructores me abrumaron. Me enredaron los lazos del *sepulcro,
y me encontré ante las trampas de la muerte. En mi angustia invoqué al Señor;
llamé a mi Dios,
y él me escuchó desde su templo;
¡mi clamor llegó a sus oídos! "La tierra tembló, se estremeció;
se sacudieron los cimientos de los cielos;
¡se tambalearon a causa de su enojo! Por la nariz echaba humo,
por la boca, fuego consumidor;
¡lanzaba carbones encendidos! "Rasgando el cielo, descendió,
pisando sobre oscuros nubarrones. Montando sobre un querubín, surcó los cielos
y se remontó sobre las alas del viento. De las tinieblas y de los cargados nubarrones
hizo pabellones que lo rodeaban. De su radiante presencia
brotaron carbones encendidos. "Desde el cielo se oyó el trueno del Señor,
resonó la voz del Altísimo. Lanzó flechas y centellas contra mis enemigos;
los dispersó y los puso en fuga. A causa de la reprensión del Señor,
y por el resoplido de su enojo,
las cuencas del mar quedaron a la vista;
¡al descubierto quedaron los cimientos de la tierra! "Extendiendo su mano desde lo alto,
tomó la mía y me sacó del mar profundo. Me libró de mi enemigo poderoso,
de aquellos que me odiaban
y que eran más fuertes que yo. En el día de mi desgracia
me salieron al encuentro,
pero mi apoyo fue el Señor. Me sacó a un amplio espacio;
me libró porque se agradó de mí. "El Señor me ha pagado conforme a mi *justicia,
me ha premiado conforme a la *limpieza de mis manos; pues he andado en los *caminos del Señor;
no he cometido mal alguno
ni me he apartado de mi Dios. Presentes tengo todas sus sentencias;
no me he alejado de sus decretos. He sido íntegro ante él
y me he abstenido de pecar. El Señor me ha recompensado conforme a mi justicia,
conforme a mi limpieza delante de él. "Tú eres fiel con quien es fiel,
e irreprochable con quien es irreprochable; sincero eres con quien es sincero,
pero sagaz con el que es tramposo. Das la victoria a los humildes,
pero tu mirada humilla a los altaneros. Tú, Señor, eres mi lámpara;
tú, Señor, iluminas mis tinieblas. Con tu apoyo me lanzaré contra un ejército:
contigo, Dios mío, podré asaltar murallas. "El camino de Dios es *perfecto;
la palabra del Señor es intachable.
Escudo es Dios a los que en él se refugian. ¿Pues quién es Dios, si no el Señor?
¿Quién es la roca, si no nuestro Dios? Es él quien me arma de valor
y endereza mi camino; da a mis pies la ligereza del venado,
y me mantiene firme en las alturas; adiestra mis manos para la batalla,
y mis brazos para tensar arcos de bronce. Tú me cubres con el escudo de tu *salvación;
tu bondad me ha hecho prosperar. Me has despejado el camino;
por eso mis tobillos no flaquean. "Perseguí a mis enemigos y los destruí;
no retrocedí hasta verlos aniquilados. Los aplasté por completo. Ya no se levantan.
¡Cayeron debajo de mis pies! Tú me armaste de valor para el combate;
bajo mi planta sometiste a los rebeldes. Hiciste retroceder a mis enemigos,
y así exterminé a los que me odiaban. Pedían ayuda; no hubo quien los salvara.
Al Señor clamaron, pero no les respondió. Los desmenucé. Parecían el polvo de la tierra.
¡Los pisoteé como al lodo de las calles! "Me has librado de una turba amotinada;
me has puesto por encima de los paganos;
me sirve gente que yo no conocía. Son extranjeros, y me rinden homenaje;
apenas me oyen, me obedecen. ¡Esos extraños se descorazonan,
y temblando salen de sus refugios! ¡El Señor vive! ¡Alabada sea mi roca!
¡Exaltado sea Dios mi Salvador! Él es el Dios que me vindica,
el que pone los pueblos a mis pies. Tú me libras de mis enemigos,
me exaltas por encima de mis adversarios,
me salvas de los hombres violentos. Por eso, Señor, te alabo entre las naciones
y canto salmos a tu *nombre. "El Señor da grandes victorias a su rey;
a su ungido David y a sus descendientes
les muestra por siempre su gran amor."



Salmo 67:
Dios nos tenga compasión y nos bendiga;
Dios haga resplandecer su rostro sobre nosotros,
Selah.
para que se conozcan en la tierra sus caminos,
y entre todas las naciones su salvación. Que te alaben, oh Dios, los pueblos;
que todos los pueblos te alaben. Alégrense y canten con júbilo las naciones,
porque tú las gobiernas con rectitud;
¡tú guías a las naciones de la tierra!
Selah.
Que te alaben, oh Dios, los pueblos;
que todos los pueblos te alaben. La tierra dará entonces su fruto,
y Dios, nuestro Dios, nos bendecirá. Dios nos bendecirá,
y le temerán todos los confines de la tierra.



Proverbios 30:
Dichos de Agur hijo de Jaqué. Oráculo. Palabras de este varón:
"Cansado estoy, oh Dios;
cansado estoy, oh Dios, y débil.
"Soy el más ignorante de todos los hombres;
no hay en mí discernimiento humano. No he adquirido sabiduría,
ni tengo conocimiento del Dios santo.
"¿Quién ha subido a los cielos
y descendido de ellos?
¿Quién puede atrapar el viento en su puño
o envolver el mar en su manto?
¿Quién ha establecido los límites de la tierra?
¿Quién conoce su nombre o el de su hijo?
"Toda palabra de Dios es digna de crédito;
Dios protege a los que en él buscan refugio. No añadas nada a sus palabras,
no sea que te reprenda
y te exponga como a un mentiroso.
"Sólo dos cosas te pido, Señor;
no me las niegues antes de que muera: Aleja de mí la falsedad y la mentira;
no me des pobreza ni riquezas
sino sólo el pan de cada día. Porque teniendo mucho, podría desconocerte
y decir: ¿Y quién es el Señor?
Y teniendo poco, podría llegar a robar
y deshonrar así el nombre de mi Dios.
"No ofendas al esclavo delante de su amo,
pues podría maldecirte y sufrirías las consecuencias.
"Hay quienes maldicen a su padre
y no bendicen a su madre. Hay quienes se creen muy puros,
pero no se han purificado de su impureza. Hay quienes se creen muy importantes,
y a todos miran con desdén. Hay quienes tienen espadas por dientes
y cuchillos por mandíbulas;
para devorar a los pobres de la tierra
y a los menesterosos de este mundo.
"La sanguijuela tiene dos hijas
que sólo dicen: Dame, dame.
"Tres cosas hay que nunca se sacian,
y una cuarta que nunca dice ¡Basta!: el sepulcro, el vientre estéril,
la tierra, que nunca se sacia de agua,
y el fuego, que no se cansa de consumir.
"Al que mira con desdén a su padre,
y rehúsa obedecer a su madre,
que los cuervos del valle le saquen los ojos
y que se lo coman vivo los buitres.
"Tres cosas hay que me causan asombro,
y una cuarta que no alcanzo a comprender: el rastro del águila en el cielo,
el rastro de la serpiente en la roca,
el rastro del barco en alta mar,
y el rastro del hombre en la mujer.
"Así procede la adúltera:
come, se limpia la boca,
y afirma: Nada malo he cometido.
"Tres cosas hacen temblar la tierra,
y una cuarta la hace estremecer: el siervo que llega a ser rey,
el necio al que le sobra comida, la mujer rechazada que llega a casarse,
y la criada que suplanta a su señora.
"Cuatro cosas hay pequeñas en el mundo,
pero que son más sabias que los sabios: las hormigas, animalitos de escasas fuerzas,
pero que almacenan su comida en el verano; los tejones, animalitos de poca monta,
pero que construyen su casa entre las rocas; las langostas, que no tienen rey,
pero que avanzan en formación perfecta; las lagartijas, que se atrapan con la mano,
pero que habitan hasta en los palacios.
"Tres cosas hay que caminan con garbo,
y una cuarta de paso imponente: el león, poderoso entre las bestias,
que no retrocede ante nada; el gallo engreído,el macho cabrío,
y el rey al frente de su ejército.
"Si como un necio te has engreído,
o si algo maquinas, ponte a pensar que batiendo la leche se obtiene mantequilla,
que sonándose fuerte sangra la nariz,
y que provocando la ira se acaba peleando."


El Libro de Apocalipsis Capítulo 3 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:



EL APOCALIPSIS DE

SAN JUAN



CAPÍTULO 3
(96 d.C.)
SARDIS



Y ESCRIBE al Ángel (Pastor) de la Iglesia en Sardis (la Iglesia de Sardis se refiere como la "Iglesia de la Reforma," que comenzó alrededor del año 1500 d.C. y más o menos continúa hasta hoy día); El Que tiene los Siete Espíritus de Dios (representa al Espíritu Santo en toda Su plenitud y capacidad), y las Siete Estrellas (se refiere a los Pastores de estas Siete Iglesias), dice estas cosas; Yo conozco tus obras que tienes nombre que vives, y estás muerto. (Nuestro Señor comienza con palabras de censura, es decir, "muerto espiritualmente.")
2 Sé vigilante (se le exhortó a esta Iglesia a examinar su condición verdadera) y confirma las otras cosas que están para morir (tienen que volver a la Cruz, o perderán su camino completamente): porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios. (Sus obras estaban basadas en una Fe muerta, lo cual produce siempre obras malas.)
3 Acuérdate pues de lo que has recibido y has oído, y guárdalo, y arrepiéntete (vuelva a la Cruz). Y si no velares, vendré a ti como ladrón, y no sabrás en qué hora vendré a ti. (Vendrá el Juicio, pero Sardis no verá ni oirá debido a la sordera espiritual y la ceguera espiritual.)
4 Mas tienes unas pocas personas en Sardis que no han ensuciado sus vestiduras (el Señor siempre tiene a unas cuantas); y andarán conmigo en vestiduras blancas: porque son dignos. (Somos hechos dignos sólo por nuestra Fe en Cristo y la Cruz.)
5 El que venciere, será vestido de vestiduras blancas (la Justicia de Cristo, obtenida sólo por la Fe en Cristo y la Cruz); y no borraré su nombre del Libro de la Vida (confirma que los nombres pueden borrarse), y confesaré su nombre delante de Mi Padre, y delante de Sus Ángeles. (La clave a esta gran "confesión" es la Fe en Cristo y Su gran Sacrificio.)
6 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias. (El Espíritu dice que la Justicia no puede obtenerse sin Fe en un Sacrificio intachable.)
FILADELFIA
7 Y escribe al Ángel (Pastor) de la Iglesia en Filadelfia (se conoce como la Iglesia Misionera y tuvo su principio alrededor del año 1800, y continúa hasta hoy día); Estas cosas dice el Santo, el Verdadero, El Que tiene la llave de David, El Que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre (se refiere al hecho de que Cristo tiene autoridad total);
8 Yo conozco tus obras: he aquí, he dado una puerta abierta delante de ti, la cual ninguno puede cerrar (esta "puerta abierta" se refiere a la preparación del camino para enviar el Evangelio a todo el mundo): porque tienes un poco poder, y has guardado Mi Palabra, y no has negado Mi Nombre. ("Un poco poder" no es una indicación de enfermedad espiritual, sino ser pocos. Sin embargo, estos pocos [se refiere a aquellos que sinceramente conocen al Señor] han tocado el mundo con el Evangelio de Jesucristo.)
9 He aquí, Yo entregaré los de la Sinagoga de Satanás, los que se dicen ser Judíos, y no lo son, mas mienten (proclama el hecho de que Dios no reconoce los derechos espirituales de la Nación de Israel); he aquí, Yo los constreñiré a que vengan y adoren delante de tus pies, y sepan que Yo te he amado. (Se refiere a la Edad del Reino venidero, cuando Cristo gobernará Personalmente la Tierra, ya con Israel restaurado. Israel entonces se postrará a los Pies de Cristo, a Quien los Gentiles aceptaron.)
10 Porque has guardado la Palabra de Mi paciencia, Yo también te guardaré de la hora de la tentación que ha de venir en todo el mundo, para probar a los que moran en la Tierra. (La Iglesia será arrebatada antes de la Gran Tribulación.)
11 He aquí, Yo vengo pronto (nuevamente se refiere al Arrebatamiento): retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. (El Diablo va a utilizar a hombres religiosos para tratar de apartarnos de nuestra Fe en Cristo y la Cruz.)
12 Al que venciere, Yo lo haré columna en el Templo de Mi Dios (el "vencedor" es el que confía explícitamente en Cristo y lo que Él hizo por nosotros en la Cruz), y nunca más saldrá fuera (se refiere a una posición permanente en la Presencia de Dios): y escribiré sobre él el Nombre de Mi Dios, y el Nombre de la ciudad de Mi Dios, la Nueva Jerusalén, la cual desciende del Cielo de Mi Dios, y Mi Nombre nuevo. (En la Cruz, Cristo se identificó con nuestro pecado al sufrir la penalidad de ello. Ahora Él se identifica con nuestra Bendición más excelente, como Él es la Fuente de Todo.)
13 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias. (El Espíritu nos dice que debemos estar listos para el Arrebatamiento, que sólo se puede lograr por una Fe constante en Cristo y Su Obra Terminada.)
LAODICEA
14 Y escribe al Ángel (Pastor) de la Iglesia en Laodicea (esta es "la Iglesia Apóstata"; no sabemos cuándo comenzó esta Iglesia, pero sí sabemos que fue comenzado; ésta es la última Iglesia a la que Cristo se dirigió, por eso significa que el Arrebatamiento está pronto por acontecer); He aquí, dice el Amén, el Testigo Fiel y Verdadero (en contraste con Su Iglesia, que no es fiel y verdadera), el principio de la Creación de Dios (Jesús es el Creador de todas las cosas);
15 Yo conozco tus obras, que ni eres frío, ni caliente (caracteriza lo que impera en la actualidad): bien que fueses frío, o caliente (a medias, no equivale para nada).
16 Mas porque eres tibio, y no frío ni caliente (si la persona es tibia hacia Dios, quiere decir que él no lo ha rechazado, pero al mismo tiempo, tampoco quiere decir que lo ha aceptado; en la Mente de Dios, una reacción tibia es lo mismo que una reacción negativa), te vomitaré de Mi Boca. (No hay probabilidad de Arrepentimiento ni Restauración de parte de esta Iglesia. De hecho, existe un rechazo Divino.)
17 Porque tú dices, Yo soy rico, y estoy enriquecido, y no tengo necesidad de ninguna cosa (igualaron el aumento de los bienes materiales con las Bendiciones espirituales, lo cual no es así); y no conoces que tú eres un desgraciado, y miserable, y pobre, y ciego, y desnudo (la tragedia está en el hecho de que la Iglesia aunque se recreaba con sus riquezas materiales, no estaba consciente de su pobreza espiritual; lo que de nuevo, ¡es indicativo de la Iglesia moderna!):
18 Yo te amonesto que de Mí compres oro refinado en fuego, para que seas hecho rico (lo que necesitaban "comprar" no se podía comprar con dinero, sino sólo con la Sangre preciosa de Cristo, cuyo precio ya fue pagado; ¡pero la Iglesia moderna no está interesada!); y seas vestido de vestiduras blancas, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez (se refiere a la Justicia que es exclusiva de Cristo y se obtiene sólo por Fe en Cristo y la Cruz; nos dice que la Iglesia de Laodicea era sumamente auto-justificada; no tenía la Justicia de Cristo, estaba "desnuda" ante el Juicio de Dios); y unge tus ojos con colirio, para que veas. (La Iglesia moderna también está ciega espiritualmente.)
19 Yo reprendo y castigo a todos los que amo (insinúa un remanente): sé pues celoso, y arrepiéntete. (La Iglesia moderna necesita desesperadamente arrepentirse de su rebelión contra el orden Divino de Dios [Cristo y la Cruz] y por haber seguido las fábulas inventadas ingeniosamente [II Ped. 1:16].)
20 He aquí, Yo estoy a la puerta y llamo (presenta a Cristo fuera de la Iglesia): si alguno oyere Mi Voz (hay tanta bulla religiosa que se dificulta "oír Su Voz") y abriere la puerta (Cristo es la Puerta Verdadera, lo cual significa que la Iglesia ha erigido otra puerta), entraré a él, y cenaré con él, y él Conmigo. (Habiendo sido rechazado por la Iglesia, nuestro Señor recurre ahora a las personas y Él todavía está haciéndolo en la actualidad.)
21 Al que venciere, Yo le daré que se siente Conmigo en Mi Trono (el vencedor ganará el premio del Trono, lo que se logra sólo cuando la Cruz sea el Objeto de su Fe); así como Yo he vencido, y Me he sentado con Mi Padre en Su Trono. (Presenta a Cristo como nuestro Sustituto, que va delante de nosotros y haciendo por nosotros lo que no pudimos hacer por nosotros mismos.)
22 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias. (En lenguaje claro, el Espíritu Santo está diciendo, "vuélvase a Cristo y a la Cruz.")

Primera Corintios Capítulo 13:

Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.



Hebreos 10:35-12:4

Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.



Romanos 8:

Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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