30 June 2015

El 30 de junio Lectura Bíblica Diaria



El 30 de junio Lectura Bíblica Diaria:

Jueces 19 a 21:
En la época en que no había rey en Israel, un levita que vivía en una zona remota de la región montañosa de Efraín tomó como concubina a una mujer de Belén de Judá. Pero ella le fue infiel y lo dejó, volviéndose a la casa de su padre, en Belén de Judá. Había estado allí cuatro meses cuando su esposo fue a verla para convencerla de que regresara. Con él llevó a un criado suyo y dos asnos. Ella lo hizo pasar a la casa de su propio padre, quien se alegró mucho de verlo. Su suegro, padre de la muchacha, lo convenció de que se quedara, y él se quedó con él tres días, comiendo, bebiendo y durmiendo allí. Al cuarto día madrugaron y él se dispuso a salir, pero el padre de la muchacha le dijo a su yerno: "Repón tus fuerzas con algo de comida; luego podrás irte." Así que se sentaron a comer y a beber los dos juntos. Después el padre de la muchacha le pidió: "Por favor, quédate esta noche para pasarla bien." Cuando el levita se levantó para irse, su suegro le insistió de tal manera que se vio obligado a quedarse allí esa noche. Al quinto día madrugó para irse, pero el padre de la muchacha le dijo: "Repón tus fuerzas. ¡Espera hasta la tarde!" Así que los dos comieron juntos. Cuando el hombre se levantó para irse con su concubina y su criado, su suegro, que era el padre de la muchacha, le dijo: "Mira, está a punto de oscurecer, y el día ya se termina. Pasa aquí la noche; quédate para pasarla bien. Mañana podrás madrugar y emprender tu camino a casa." No queriendo quedarse otra noche, el hombre salió y partió rumbo a Jebús, es decir, Jerusalén, con sus dos asnos ensillados y su concubina. Cuando estaban cerca de Jebús, y ya era casi de noche, el criado le dijo a su amo: Vamos, desviémonos hacia esta ciudad de los jebuseos y pasemos la noche en ella. Pero su amo le replicó: No. No nos desviaremos para entrar en una ciudad extranjera, cuyo pueblo no sea israelita. Seguiremos hasta Guibeá. Luego añadió: Ven, tratemos de acercarnos a Guibeá o a Ramá, y pasemos la noche en uno de esos lugares. Así que siguieron de largo, y al ponerse el sol estaban frente a Guibeá de Benjamín. Entonces se desviaron para pasar la noche en Guibeá. El hombre fue y se sentó en la plaza de la ciudad, pero nadie les ofreció alojamiento para pasar la noche. Aquella noche volvía de trabajar en el campo un anciano de la región montañosa de Efraín, que vivía en Guibeá como forastero, pues los hombres del lugar eran benjaminitas. Cuando el anciano miró y vio en la plaza de la ciudad al viajero, le preguntó: ¿A dónde vas? ¿De dónde vienes? El viajero le respondió: Estamos de paso. Venimos de Belén de Judá, y vamos a una zona remota de la región montañosa de Efraín, donde yo vivo. He estado en Belén de Judá, y ahora me dirijo a la casa del Señor, pero nadie me ha ofrecido alojamiento. Tenemos paja y forraje para nuestros asnos, y también pan y vino para mí y para tu sierva, y para el joven que está conmigo. No nos hace falta nada. En mi casa serás bienvenido le dijo el anciano. Yo me encargo de todo lo que necesites. Pero no pases la noche en la plaza. Así que lo llevó a su casa y dio de comer a sus asnos y, después de lavarse los pies, comieron y bebieron. Mientras pasaban un momento agradable, algunos hombres perversos de la ciudad rodearon la casa. Golpeando la puerta, le gritaban al anciano dueño de la casa: ¡Saca al hombre que llegó a tu casa! ¡Queremos tener relaciones sexuales con él! El dueño de la casa salió y les dijo: No, hermanos míos, no sean tan viles, pues este hombre es mi huésped. ¡No cometan con él tal infamia! Miren, aquí está mi hija, que todavía es virgen, y la concubina de este hombre. Las voy a sacar ahora, para que las usen y hagan con ellas lo que bien les parezca. Pero con este hombre no cometan tal infamia. Aquellos perversos no quisieron hacerle caso, así que el levita tomó a su concubina y la echó a la calle. Los hombres la violaron y la ultrajaron toda la noche, hasta el amanecer; ya en la madrugada la dejaron ir. Despuntaba el alba cuando la mujer volvió, y se desplomó a la entrada de la casa donde estaba hospedado su marido. Allí se quedó hasta que amaneció. Cuando por la mañana su marido se levantó y abrió la puerta de la casa, dispuesto a seguir su camino, vio allí a su concubina, tendida a la entrada de la casa y con las manos en el umbral. "¡Levántate, vámonos!", le dijo, pero no obtuvo respuesta. Entonces el hombre la puso sobre su asno y partió hacia su casa. Cuando llegó a su casa, tomó un cuchillo y descuartizó a su concubina en doce pedazos, después de lo cual distribuyó los pedazos por todas las regiones de Israel. Todo el que veía esto decía: "Nunca se ha visto, ni se ha hecho semejante cosa, desde el día que los israelitas salieron de la tierra de Egipto. ¡Piensen en esto! ¡Considérenlo y dígannos qué hacer!" Todos los israelitas desde Dan hasta Berseba, incluso los de la tierra de Galaad, salieron como un solo hombre y se reunieron ante el Señor en Mizpa. Los jefes de todo el pueblo, es decir, de todas las tribus de Israel, tomaron sus puestos en la asamblea del pueblo de Dios. Eran cuatrocientos mil soldados armados con espadas. A su vez, los de la tribu de Benjamín se enteraron de que los israelitas habían subido a Mizpa. Entonces los israelitas le dijeron al levita: Cuéntanos cómo sucedió esta infamia. El levita, esposo de la mujer asesinada, respondió: Mi concubina y yo llegamos a Guibeá de Benjamín para pasar la noche. Durante la noche los hombres de Guibeá se levantaron contra mí y rodearon la casa, con la intención de matarme. Luego violaron a mi concubina de tal manera que murió. Entonces la tomé, la corté en pedazos, y envié un pedazo a cada tribu en el territorio israelita, porque esa gente cometió un acto depravado e infame en Israel. Ahora, todos ustedes israelitas, opinen y tomen una decisión aquí mismo. Todo el pueblo se levantó como un solo hombre, y dijo: ¡Ninguno de nosotros volverá a su carpa! ¡Nadie regresará a su casa! Y esto es lo que le haremos ahora a Guibeá: Echaremos suertes para ver quiénes subirán contra ella. De entre todas las tribus de Israel, tomaremos a diez hombres de cada cien, a cien de cada mil, y a mil de cada diez mil, para conseguir provisiones para el ejército. Cuando el ejército llegue a Guibeá de Benjamín, les dará su merecido por toda la infamia cometida en Israel. Así que todos los israelitas, como un solo hombre, unieron sus fuerzas para atacar la ciudad. Las tribus de Israel enviaron mensajeros por toda la tribu de Benjamín, diciendo: "¿Qué les parece este crimen que se cometió entre ustedes? Entreguen ahora a esos malvados de Guibeá, para que los matemos y eliminemos así la maldad en Israel." Pero los de la tribu de Benjamín no quisieron hacerles caso a sus hermanos israelitas. Al contrario, gente de todas sus ciudades se reunió en Guibeá para luchar contra los israelitas. En aquel día los de Benjamín movilizaron de entre sus ciudades veintiséis mil soldados armados de espada, además de setecientos hombres escogidos de los que vivían en Guibeá. Entre todos ellos había setecientos soldados escogidos que eran zurdos, todos ellos capaces de lanzar con la honda una piedra contra un cabello, sin errar. Israel, sin contar a Benjamín, movilizó a cuatrocientos mil soldados armados de espada, todos ellos expertos guerreros. Los israelitas subieron a Betel y consultaron a Dios. Le preguntaron: ¿Cuál de nosotros será el primero en combatir a los de la tribu de Benjamín? El Señor respondió: Judá será el primero. Los israelitas se levantaron temprano y acamparon frente a Guibeá; salieron a luchar contra los de Benjamín, y frente a Guibeá se dispusieron contra ellos en orden de batalla. Pero los de Benjamín salieron de Guibeá y abatieron aquel día a veintidós mil israelitas en el campo de batalla. Los israelitas se animaron unos a otros, y volvieron a presentar batalla donde se habían apostado el primer día, pues habían subido a llorar en presencia del Señor hasta el anochecer, y le habían consultado: ¿Debemos subir y volver a luchar contra los de Benjamín, nuestros hermanos? Y el Señor les había contestado: Suban contra ellos. Fue así como los israelitas se acercaron a Benjamín el segundo día. Los de Benjamín salieron de Guibeá para combatirlos, abatiendo esta vez a dieciocho mil israelitas más, todos ellos armados con espadas. Entonces los israelitas, con todo el pueblo, subieron a Betel, y allí se sentaron y lloraron en presencia del Señor. Ayunaron aquel día hasta el anochecer y presentaron al Señor *holocaustos y sacrificios de comunión. Después consultaron al Señor, pues en aquel tiempo estaba allí el arca del pacto de Dios, y Finés, hijo de Eleazar y nieto de Aarón, ministraba delante de ella. Preguntaron: ¿Debemos subir y volver a luchar contra los de Benjamín, nuestros hermanos, o nos retiramos? El Señor respondió: Suban, porque mañana los entregaré en sus manos. Israel tendió una emboscada alrededor de Guibeá. Al tercer día subieron contra los de Benjamín y se pusieron en orden de batalla contra Guibeá, como lo habían hecho antes. Los de Benjamín salieron a su encuentro, y se vieron obligados a alejarse de la ciudad. Comenzaron a causar bajas entre los israelitas, como en las ocasiones anteriores, y alcanzaron a matar a unos treinta hombres en el campo abierto y por el camino que lleva a Betel, y también por el que lleva a Guibeá. Los benjaminitas decían: "Los estamos derrotando como antes", pero los israelitas decían: "Huyamos, para que se alejen de la ciudad hasta los caminos." De pronto, los israelitas cambiaron de táctica y presentaron batalla en Baal Tamar, y los israelitas que estaban emboscados salieron a atacar al oeste de Guibeá. Diez mil de los mejores guerreros de Israel lanzaron un ataque frontal contra Guibeá, y fue tan intenso el combate que los benjaminitas no se dieron cuenta de que la calamidad se les venía encima. El Señor derrotó a Benjamín delante de Israel, y aquel día los israelitas mataron a veinticinco mil cien hombres de la tribu de Benjamín, todos ellos armados con espadas. Allí los de Benjamín cayeron en cuenta de que habían sido vencidos. Los hombres de Israel habían cedido terreno delante de Benjamín, porque confiaban en la emboscada que habían tendido contra Guibeá. De repente los hombres que habían estado emboscados asaltaron a Guibeá, se desplegaron, y mataron a filo de espada a todos los habitantes de la ciudad. Los israelitas habían acordado con los que estaban emboscados que, cuando éstos levantaran una gran nube de humo desde la ciudad, los hombres de Israel volverían a la batalla. Cuando los de Benjamín comenzaron a causar bajas entre los israelitas, matando a unos treinta, se decían: "¡Los estamos derrotando, como en la primera batalla!" Pero cuando la columna de humo comenzó a levantarse de la ciudad, los de Benjamín se dieron vuelta y vieron que el fuego de la ciudad entera subía al cielo. En ese momento atacaron los israelitas, y los hombres de Benjamín se aterrorizaron al darse cuenta de que la calamidad se les venía encima. Así que huyeron ante los israelitas por el camino del desierto; pero no pudieron escapar de la batalla, pues a los que salían de las ciudades los abatieron allí. Rodearon a los de Benjamín; los persiguieron y los aplastaron con facilidad en las inmediaciones de Guibeá, hacia el lado oriental. Cayeron dieciocho mil de la tribu de Benjamín, todos ellos guerreros valientes. Cuando se volvieron y huyeron hacia el desierto, a la peña de Rimón, los israelitas abatieron a cinco mil hombres junto a los caminos. Continuaron persiguiéndolos hasta Guidón, y mataron a dos mil más. Aquel día cayeron en combate veinticinco mil soldados benjaminitas armados con espada, todos ellos guerreros valientes. Pero seiscientos hombres se volvieron y huyeron por el desierto hasta la peña de Rimón, donde permanecieron cuatro meses. Los israelitas se volvieron contra los de Benjamín y mataron a filo de espada a los habitantes de todas las ciudades, incluso a los animales, y destrozaron todo lo que encontraron a su paso. También les prendieron fuego a todas las ciudades. Los israelitas habían jurado en Mizpa: "Ninguno de nosotros dará su hija en matrimonio a un benjaminita." El pueblo fue a Betel, y allí permanecieron hasta el anochecer, clamando y llorando amargamente en presencia de Dios. "Oh Señor, Dios de Israel clamaban, ¿por qué le ha sucedido esto a Israel? ¡Hoy ha desaparecido una de nuestras tribus!" Al día siguiente el pueblo se levantó de madrugada, construyó allí un altar, y presentaron holocaustos y sacrificios de comunión. Luego preguntaron los israelitas: "¿Quién de entre todas las tribus de Israel no se presentó a la asamblea del Señor?" Porque habían pronunciado un juramento solemne contra cualquiera que no se presentara ante el Señor en Mizpa, diciendo: "Tendrá que morir." Los israelitas se afligieron por sus hermanos, los benjaminitas. "Hoy ha sido arrancada una tribu de Israel dijeron ellos. ¿Cómo podemos proveerles esposas a los que quedan, si ya hemos jurado ante el Señor no darles ninguna de nuestras hijas en matrimonio?" Entonces preguntaron: "¿Cuál de las tribus de Israel no se presentó ante el Señor en Mizpa?" Y resultó que ninguno de Jabés Galaad había llegado al campamento para la asamblea, porque al pasar revista al pueblo notaron que de los habitantes de Jabés Galaad no había allí ninguno. Así que la asamblea envió doce mil de los mejores guerreros con la siguiente orden: "Vayan y maten a filo de espada a los habitantes de Jabés Galaad. Maten también a las mujeres y a los niños. Esto es lo que van a hacer: *Exterminarán a todos los hombres y a todas las mujeres que no sean vírgenes." Entre los habitantes de Jabés Galaad encontraron a cuatrocientas muchachas que no habían tenido relaciones sexuales con ningún hombre, y las llevaron al campamento de Siló, que está en la tierra de Canaán. Entonces toda la comunidad envió una oferta de paz a los benjaminitas que estaban en la peña de Rimón. En esa ocasión regresaron los benjaminitas, y se les dieron las mujeres de Jabés Galaad que habían dejado con vida. Pero no hubo mujeres para todos. El pueblo todavía se afligía por Benjamín, porque el Señor había dejado un vacío en las tribus de Israel. Y los ancianos de la asamblea dijeron: "¿Cómo podemos darles mujeres a los hombres que quedaron, si las mujeres de Benjamín fueron exterminadas? ¡Los sobrevivientes benjaminitas deben tener herederos exclamaron, para que no sea aniquilada una tribu de Israel! Pero nosotros no podemos darles nuestras hijas como esposas, porque hemos jurado diciendo: Maldito sea el que dé una mujer a un benjaminita. Pero miren, se acerca la fiesta del Señor que todos los años se celebra en Siló, al norte de Betel, y al este del camino que va de Betel a Siquén, y al sur de Leboná." Así que dieron estas instrucciones a los de Benjamín: "Vayan, escóndanse en los viñedos y estén atentos. Cuando las muchachas de Siló salgan a bailar, salgan ustedes de los viñedos y róbese cada uno de ustedes una de esas muchachas para esposa, y váyase a la tierra de Benjamín. Y si sus padres o sus hermanos vienen a reclamarnos algo, les diremos: Sean bondadosos con ellos, porque no conseguimos esposas para todos ellos durante la guerra. Además, ustedes son inocentes, ya que no les dieron sus hijas. " Así lo hicieron los de la tribu de Benjamín. Mientras bailaban las muchachas, cada uno de ellos se robó una y se la llevó. Luego regresaron a sus propias tierras, reconstruyeron las ciudades y se establecieron en ellas. Luego de eso los israelitas también se fueron de aquel lugar y regresaron a sus tribus y a sus clanes, cada uno a su propia tierra. En aquella época no había rey en Israel; cada uno hacía lo que le parecía mejor.



Salmos 48:
Grande es el Señor, y digno de suprema alabanza en la ciudad de nuestro Dios. Su monte santo, bella colina, es la alegría de toda la tierra. El monte Sión, en la parte norte, es la ciudad del gran Rey. En las fortificaciones de Sión Dios se ha dado a conocer como refugio seguro. Hubo reyes que unieron sus fuerzas y que juntos avanzaron contra la ciudad; pero al verla quedaron pasmados, y asustados emprendieron la retirada. Allí el miedo se apoderó de ellos, y un dolor de parturienta les sobrevino. ¡Con un viento huracanado destruiste las naves de Tarsis! Tal como lo habíamos oído, ahora lo hemos visto en la ciudad del Señor Todopoderoso, en la ciudad de nuestro Dios: ¡Él la hará permanecer para siempre! Selah. Dentro de tu templo, oh Dios, meditamos en tu gran amor. Tu alabanza, oh Dios, como tu *nombre, llega a los confines de la tierra; tu derecha está llena de justicia. Por causa de tus justas decisiones el monte Sión se alegra y las aldeas de Judá se regocijan. Caminen alrededor de Sión, caminen en torno suyo y cuenten sus torres. Observen bien sus murallas y examinen sus fortificaciones, para que se lo cuenten a las generaciones futuras. ¡Este Dios es nuestro Dios eterno! ¡Él nos guiará para siempre!

Proverbios 11:
El Señor aborrece las balanzas adulteradas, pero aprueba las pesas exactas. Con el orgullo viene el oprobio; con la humildad, la sabiduría. A los justos los guía su integridad; a los falsos los destruye su hipocresía. En el día de la ira de nada sirve ser rico, pero la justicia libra de la muerte. La justicia endereza el camino de los íntegros, pero la maldad hace caer a los impíos. La justicia libra a los justos, pero la codicia atrapa a los falsos. Muere el malvado, y con él su esperanza; muere también su ilusión de poder. El justo se salva de la calamidad, pero la desgracia le sobreviene al malvado. Con la boca el impío destruye a su prójimo, pero los justos se libran por el conocimiento. Cuando el justo prospera, la ciudad se alegra; cuando el malvado perece, hay gran regocijo. La bendición de los justos enaltece a la ciudad, pero la boca de los malvados la destruye. El falto de juicio desprecia a su prójimo, pero el entendido refrena su lengua. La gente chismosa revela los secretos; la gente confiable es discreta. Sin dirección, la nación fracasa; el éxito depende de los muchos consejeros. El fiador de un extraño saldrá perjudicado; negarse a dar fianza es vivir en paz. La mujer bondadosa se gana el respeto; los hombres violentos sólo ganan riquezas. El que es bondadoso se beneficia a sí mismo; el que es cruel, a sí mismo se perjudica. El malvado obtiene ganancias ilusorias; el que siembra justicia asegura su ganancia. El que es justo obtiene la vida; el que persigue el mal se encamina a la muerte. El Señor aborrece a los de corazón perverso, pero se complace en los que viven con rectitud. Una cosa es segura: Los malvados no quedarán impunes, pero los justos saldrán bien librados. Como argolla de oro en hocico de cerdo es la mujer bella pero indiscreta. Los deseos de los justos terminan bien; la esperanza de los malvados termina mal. Unos dan a manos llenas, y reciben más de lo que dan; otros ni sus deudas pagan, y acaban en la miseria. El que es generoso prospera; el que reanima será reanimado. La gente maldice al que acapara el trigo, pero colma de bendiciones al que gustoso lo vende. El que madruga para el bien, halla buena voluntad; el que anda tras el mal, por el mal será alcanzado. El que confía en sus riquezas se marchita, pero el justo se renueva como el follaje. El que perturba su casa no hereda más que el viento, y el necio termina sirviendo al sabio. El fruto de la justicia es árbol de vida, pero el que arrebata vidas es violento. Si los justos reciben su pago aquí en la tierra, ¡cuánto más los impíos y los pecadores!



El Libro de Santiago Capítulo 5 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:




LA EPÍSTOLA UNIVERSAL DE
SANTIAGO



CAPÍTULO 5
(60 d.C.)
LOS RICOS




ID ya ahora, oh ricos, llorad lamentándose por vuestras miserias que os van a sobrevenir. (Esta advertencia es para los ricos quienes han ganado su riqueza por fraude y engaño.)
2 Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla. (Este tipo de riquezas no le servirá a nadie, y sobre todo, a la persona que la tiene.)
3 Vuestro oro y plata están corrompidos de orín (la idea es que el oro y la plata están acumulados y no los ponen en buen uso); y su orín os será testimonio, y devorará del todo vuestras carnes como fuego. (No es malo tener dinero. La pregunta es ¿qué hacemos con lo que Dios nos ha bendecido? Si no lo usamos para Su Gloria, asegurando que es para Su Gloria, el Señor nos advierte que tal riqueza nos consumirá.) Habéis amontonado vuestro tesoro para el juicio final de los postreros días (lo que significa que el tesoro no está acumulándose en el Cielo [Mat. 6:19-20]).
4 He aquí, el jornal de los obreros que han sembrado vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado de vosotros, clama (este Pasaje nos dice, y con razón, de que demasiado tesoro está amontonado a costa de otros): y los clamores de los que habían sembrado, han entrado en los oídos del Señor de los Ejércitos (el Señor de Sabaot en el Hebreo que es el sobrenombre militar de Dios).
5 Habéis vivido en deleites sobre la Tierra, y sido disolutos (el lujo y la indulgencia a costa de otros es un gran pecado ante Dios); habéis cebado vuestros corazones como en el día de sacrificios. (Santiago usa imágenes gráficas para indicar que los ricos malvados, quienes han ganado su riqueza a costa de otros, están siempre al borde del Juicio.)
6 Habéis condenado y muerto al justo; y él no os resiste. (En la acumulación de semejante ganancia, algunos de los Justos son víctimas. El Señor presta mucha atención a esto, y sobre todo a su impotencia.)
LA PACIENCIA
7 Pues, Hermanos, tened paciencia hasta la Venida del Señor. (Nos proporciona el remedio y, de hecho, el único remedio para las injusticias en este mundo. Es la Venida del Señor.) He aquí, mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la Tierra, aguardando con paciencia, hasta que reciba la lluvia temprana y tardía. (El Espíritu Santo, por Santiago, nos dice en pocas palabras que la Venida del Señor ocurrirá poco después de la "Lluvia Tardía," que de hecho, el mundo ya experimenta. Significa que la Segunda Venida está muy cerca, y el Arrebatamiento está a la puerta. La Segunda Venida se dirigirá definitivamente a las flagrantes injusticias de este planeta.)
8 Tened también vosotros paciencia; confirmad vuestros corazones (acérquese al Señor, lo que sólo se puede lograr al hacer la Cruz el Objeto de nuestra Fe): porque la Venida del Señor se acerca. (El Arrebatamiento de la Iglesia ha de estar siempre en nuestra mente.)
9 Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados (el Juicio injusto de los consiervos Cristianos es a veces más doloroso que el odio de los incrédulos): he aquí, el Juez ya está a la puerta. (Se refiere al Señor Jesús y Su preparación de vengar toda la maldad.)
10 Hermanos míos, tomad por ejemplo de aflicción y de paciencia, a los Profetas que hablaron en Nombre del Señor. (A pesar que fueron Profetas, lo que significa que ocuparon una Oficina santa y suprema, no fueron exentos de la aflicción.)
11 He aquí, tenemos por bienaventurados a los que perseveran. (La palabra "perseverar" se refiere al hecho de que la prueba o el proceso pueden durar por mucho tiempo.) Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor; que el Señor es muy misericordioso y piadoso. (Tiene el propósito de explicar el hecho de que independientemente de lo que el Señor permita, es para nuestro propio bien. Debiéramos entender esto, y procurar a aprender lo que la lección desea enseñar.)
LA VERDAD
12 Mas sobre todo, Hermanos míos, no juréis, ni por el Cielo, ni por la Tierra, ni por ningún otro juramento (se refiere al hecho de que el Señor guía a todo Creyente, aun en los tiempos de prueba, y proporcionalmente no debemos perder la Fe, por ello, tomando los asuntos en nuestras propias manos): sino vuestro sí sea sí; y vuestro no sea no; para que no caigáis en condenación. (¡Aunque no entendamos el motivo de la situación, independientemente de lo que pudiera ser, no debemos cuestionar al Señor!)
LA SANIDAD
13 ¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. (La oración es la recomendación del Espíritu Santo en cuanto a la aflicción. ¿Pero cuántos Cristianos se aprovechan de este privilegio?) ¿Está alguno alegre? Cante Salmos. (En efecto, se refiere al canto como forma de oración, lo que realmente es, si cantamos canciones que glorifican debidamente al Señor.)
14 ¿Está alguno enfermo entre vosotros? (Se refiere a la enfermedad física o emocional de cualquier índole.) Llame a los Ancianos (Pastores) de la Iglesia; y oren por él (pidiendo al Señor por sanidad en cuanto a la necesidad), ungiéndole con aceite en el Nombre del Señor (el "aceite" no tiene ningún propósito medicinal, sino más bien es con el propósito de simbolizar el Espíritu Santo, y es usado como punto de contacto con respecto a nuestra Fe; la oración debe ser ofrecida en el Nombre de Jesús [Jn. 16:23]):
LA ORACIÓN DE FE
15 Y la oración de Fe salvará al enfermo (la "oración de Fe" es simplemente la creencia que Dios oye y contesta la oración), y el Señor lo levantará (proclama al Señor como el Sanador, como es obvio, con la Cruz siendo el medio de todo esto; es el Espíritu Santo Quien lo lleva a cabo); y si él ha cometido pecados, le serán perdonados. (La cláusula condicional, "si él ha pecado," deja en claro que no toda enfermedad es el resultado del pecado, pero algunas definitivamente son. Aquel siendo el caso, el Señor sanará y perdonará al creer con Fe.)
16 Confesaos vuestras faltas unos a otros (se refiere a estar presto para admitir la falta, si ese es el caso), y rogad los unos por los otros, para que seáis sanos. (El Espíritu Santo, por Santiago, amplía el aspecto de la oración por el enfermo para que sea aplicable a cualquier Creyente.) La oración eficaz del Justo puede mucho (de todo "hombre Justo," Predicador u otro; la "Justicia" corresponde al hecho de que la Fe del individuo esté precisamente en Cristo y la Cruz, y no en otras cosas).
17 Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras (fue dicho de esta manera porque el Espíritu Santo quiere que sepamos que lo que está al alcance de uno está también al alcance del otro), y rogó con oración que no lloviese: y no llovió sobre la Tierra en tres años y seis meses (nos muestra el poder de la oración, si oramos en la Voluntad de Dios).
18 Y otra vez oró, y el Cielo dio lluvia, y la Tierra produjo su fruto (se refiere al efecto de las oraciones de un hombre).
LA VERDAD
19 Hermanos, si alguno de entre vosotros ha errado de la Verdad (Santiago se refiere aquí a los Creyentes extraviándose de la Verdad de la Cruz), y alguno le convirtiere (se refiere al fortalecer al individuo, devolviéndolo al camino correcto de la Verdad, lo cual es de regreso a Cristo y la Cruz);
20 Sepa que el que hubiere hecho convertir al pecador del error de su camino (francamente expresa que cualquier otro camino que no es la Cruz es "camino del pecado," lo cual entonces convierte al que anda en ese camino "un pecador") salvará un alma de muerte, y cubrirá multitud de pecados. (Se refiere al hecho de que si el Creyente abandona la Cruz, por ello, transfiriendo su Fe a otra cosa, y continúa en ese camino equivocado, resultará en la pérdida del alma. ¡Volver a la Cruz salva a esa alma, lo cual la Cruz Sola puede hacer!)


1 Corintios 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4:
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida.
Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que no andan conforme a la naturaleza pecaminosa sino conforme al Espíritu. Pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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