23 April 2015

El 23 de april Lectura Bíblica Diaria


El 23 de april Lectura Bíblica Diaria:

Génesis 26 a 28:
En ese tiempo hubo mucha hambre en aquella región, además de la que hubo en tiempos de Abraham. Por eso Isaac se fue a Guerar, donde se encontraba Abimélec, rey de los filisteos. Allí el Señor se le apareció y le dijo: "No vayas a Egipto. Quédate en la región de la que te he hablado. Vive en ese lugar por un tiempo. Yo estaré contigo y te bendeciré, porque a ti y a tu descendencia les daré todas esas tierras. Así confirmaré el juramento que le hice a tu padre Abraham. Multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo, y les daré todas esas tierras. Por medio de tu descendencia todas las naciones de la tierra serán bendecidas, porque Abraham me obedeció y cumplió mis preceptos y mis mandamientos, mis normas y mis enseñanzas." Isaac se quedó en Guerar. Y cuando la gente del lugar le preguntaba a Isaac acerca de su esposa, él respondía que ella era su hermana. Tan bella era Rebeca que Isaac tenía miedo de decir que era su esposa, pues pensaba que por causa de ella podrían matarlo. Algún tiempo después, mientras Abimélec, el rey de los filisteos, miraba por una ventana, vio a Isaac acariciando a su esposa Rebeca. Entonces mandó llamar a Isaac y le dijo: ¡Conque ella es tu esposa! ¿Por qué dijiste que era tu hermana? Yo pensé que por causa de ella podrían matarme contestó Isaac. ¿Por qué nos hiciste esto? replicó Abimélec. Alguno de nosotros podría haberse acostado con tu esposa, ¡y tú nos habrías hecho a todos culpables de ese pecado! Por eso Abimélec envió esta orden a todo el pueblo: Si alguien molesta a este hombre o a su esposa, será condenado a muerte. Isaac sembró en aquella región, y ese año cosechó al ciento por uno, porque el Señor lo había bendecido. Así Isaac fue acumulando riquezas, hasta que llegó a ser muy rico. Esto causó que los filisteos comenzaran a tenerle envidia, pues llegó a tener muchas ovejas, vacas y siervos. Ahora bien, los filisteos habían cegado todos los pozos de agua que los siervos del padre de Isaac habían cavado. Así que Abimélec le dijo a Isaac: Aléjate de nosotros, pues ya eres más poderoso que nosotros. Isaac se fue de allí, y acampó en el valle de Guerar, donde se quedó a vivir. Abrió nuevamente los pozos de agua que habían sido cavados en tiempos de su padre Abraham, y que los filisteos habían tapado después de su muerte, y les puso los mismos nombres que su padre les había dado. Cierta vez, cuando los siervos de Isaac estaban cavando en el valle, encontraron un manantial. Pero los pastores de Guerar discutieron acaloradamente con los pastores de Isaac, alegando que el agua era de ellos. Por eso Isaac llamó a ese pozo Pleito, porque habían peleado con él. Después sus siervos cavaron otro pozo, por el cual también se pelearon. Por eso Isaac lo llamó Enemistad. Entonces Isaac se fue de allí y cavó otro pozo, pero esta vez no hubo ninguna disputa. A este pozo lo llamó Espacios libres, y dijo: "El Señor nos ha dado espacio para que prosperemos en esta región." De allí Isaac se dirigió a Berseba. Esa noche se le apareció el Señor, y le dijo: "Yo soy el Dios de tu padre Abraham. No temas, que yo estoy contigo. Por amor a mi siervo Abraham, te bendeciré y multiplicaré tu descendencia." Allí Isaac construyó un altar e invocó el nombre del Señor. Acampó en ese lugar, y sus siervos cavaron un pozo. Cierto día, Abimélec fue a ver a Isaac desde Guerar. Llegó acompañado de su consejero Ajuzat, y de Ficol, el jefe de su ejército. Isaac les preguntó: Si tanto me odian, que hasta me echaron de su tierra, ¿para qué vienen a verme? Nos hemos dado cuenta de que el Señor está contigo respondieron. Hemos pensado que tú y nosotros debiéramos hacer un pacto, respaldado por un juramento. Ese pacto será el siguiente: Tú no nos harás ningún daño, ya que nosotros no te hemos perjudicado, sino que te hemos tratado bien y te hemos dejado ir en paz. ¡Ahora el bendecido del Señor eres tú! Isaac les preparó un banquete, y comieron y bebieron. A la mañana siguiente se levantaron muy temprano, e hicieron un compromiso mutuo. Luego Isaac los despidió, y ellos se fueron en calidad de amigos. Aquel mismo día, los siervos de Isaac fueron y le informaron acerca de un pozo que habían cavado, y le dijeron: ¡Hemos encontrado agua! Isaac llamó a ese pozo Juramento. Por eso la ciudad se llama Berseba hasta el día de hoy. Esaú tenía cuarenta años de edad cuando se casó con Judit hija de Beerí, el hitita. También se casó con Basemat, hija de un hitita llamado Elón. Estas dos mujeres les causaron mucha amargura a Isaac y a Rebeca. Isaac había llegado a viejo y se había quedado ciego. Un día llamó a Esaú, su hijo mayor. ¡Hijo mío! le dijo. Aquí estoy le contestó Esaú. Como te darás cuenta, ya estoy muy viejo y en cualquier momento puedo morirme. Toma, pues, tus armas, tu arco y tus flechas, y ve al campo a cazarme algún animal. Prepárame luego un buen guiso, como a mí me gusta, y tráemelo para que me lo coma. Entonces te bendeciré antes de que muera. Como Rebeca había estado escuchando mientras Isaac le hablaba a su hijo Esaú, en cuanto éste se fue al campo a cazar un animal para su padre, ella le dijo a su hijo Jacob: Según acabo de escuchar, tu padre le ha pedido a tu hermano Esaú que cace un animal y se lo traiga para hacerle un guiso como a él le gusta. También le ha prometido que antes de morirse lo va a bendecir, poniendo al Señor como testigo. Ahora bien, hijo mío, escúchame bien, y haz lo que te mando. Ve al rebaño y tráeme de allí dos de los mejores cabritos, para que yo le prepare a tu padre un guiso como a él le gusta. Tú se lo llevarás para que se lo coma, y así él te dará su bendición antes de morirse. Pero Jacob le dijo a su madre: Hay un problema: mi hermano Esaú es muy velludo, y yo soy lampiño. Si mi padre me toca, se dará cuenta de que quiero engañarlo, y esto hará que me maldiga en vez de bendecirme. Hijo mío, ¡que esa maldición caiga sobre mí! le contestó su madre. Tan sólo haz lo que te pido, y ve a buscarme esos cabritos. Jacob fue a buscar los cabritos, se los llevó a su madre, y ella preparó el guiso tal como le gustaba a su padre. Luego sacó la mejor ropa de su hijo mayor Esaú, la cual tenía en casa, y con ella vistió a su hijo menor Jacob. Con la piel de los cabritos le cubrió los brazos y la parte lampiña del cuello, y le entregó a Jacob el guiso y el pan que había preparado. Jacob se presentó ante su padre y le dijo: ¡Padre! Dime, hijo mío, ¿quién eres tú? preguntó Isaac. Soy Esaú, tu primogénito le contestó Jacob. Ya hice todo lo que me pediste. Ven, por favor, y siéntate a comer de lo que he cazado; así podrás darme tu bendición. Pero Isaac le preguntó a su hijo: ¿Cómo fue que lo encontraste tan pronto, hijo mío? El Señor tu Dios me ayudó respondió Jacob. Isaac le dijo: Acércate, hijo mío, para que pueda tocarte y saber si de veras eres o no mi hijo Esaú. Jacob se acercó a su padre, quien al tocarlo dijo: La voz es la de Jacob, pero las manos son las de Esaú. Así que no lo reconoció, porque sus manos eran velludas como las de Esaú. Ya se disponía a bendecirlo cuando volvió a preguntarle: ¿En serio eres mi hijo Esaú? Claro que sí respondió Jacob. Entonces su padre le dijo: Tráeme lo que has cazado, para que lo coma, y te daré mi bendición. Jacob le sirvió, y su padre comió. También le llevó vino, y su padre lo bebió. Luego le dijo su padre: Acércate ahora, hijo mío, y dame un beso. Jacob se acercó y lo besó. Cuando Isaac olió su ropa, lo bendijo con estas palabras: "El olor de mi hijo es como el de un campo bendecido por el Señor. Que Dios te conceda el rocío del cielo; que de la riqueza de la tierra te dé trigo y vino en abundancia. Que te sirvan los pueblos; que ante ti se inclinen las naciones. Que seas señor de tus hermanos; que ante ti se inclinen los hijos de tu madre. Maldito sea el que te maldiga, y bendito el que te bendiga." No bien había terminado Isaac de bendecir a Jacob, y éste de salir de la presencia de su padre, cuando Esaú volvió de cazar. También él preparó un guiso, se lo llevó a su padre y le dijo: Levántate, padre mío, y come de lo que ha cazado tu hijo. Luego podrás darme tu bendición. Pero Isaac lo interrumpió: ¿Quién eres tú? Soy Esaú, tu hijo primogénito respondió. Isaac comenzó a temblar y, muy sobresaltado, dijo: ¿Quién fue el que ya me trajo lo que había cazado? Poco antes de que llegaras, yo me lo comí todo. Le di mi bendición, y bendecido quedará. Al escuchar Esaú las palabras de su padre, lanzó un grito aterrador y, lleno de amargura, le dijo: ¡Padre mío, te ruego que también a mí me bendigas! Pero Isaac le respondió: Tu hermano vino y me engañó, y se llevó la bendición que a ti te correspondía. ¡Con toda razón le pusieron Jacob! replicó Esaú. Ya van dos veces que me engaña: primero me quita mis derechos de primogénito, y ahora se lleva mi bendición. ¿No te queda ninguna bendición para mí? Isaac le respondió: Ya lo he puesto por señor tuyo: todos sus hermanos serán siervos suyos; lo he sustentado con trigo y con vino. ¿Qué puedo hacer ahora por ti, hijo mío? Pero Esaú insistió: ¿Acaso tienes una sola bendición, padre mío? ¡Bendíceme también a mí! Y se echó a llorar. Entonces su padre le dijo: "Vivirás lejos de las riquezas de la tierra, lejos del rocío que cae del cielo. Gracias a tu espada, vivirás y servirás a tu hermano. Pero cuando te impacientes, te librarás de su opresión." A partir de ese momento, Esaú guardó un profundo rencor hacia su hermano por causa de la bendición que le había dado su padre, y pensaba: "Ya falta poco para que hagamos duelo por mi padre; después de eso, mataré a mi hermano Jacob." Cuando Rebeca se enteró de lo que estaba pensando Esaú, mandó llamar a Jacob, y le dijo: Mira, tu hermano Esaú está planeando matarte para vengarse de ti. Por eso, hijo mío, obedéceme: Prepárate y huye en seguida a Jarán, a la casa de mi hermano Labán, y quédate con él por un tiempo, hasta que se calme el enojo de tu hermano. Cuando ya se haya tranquilizado, y olvide lo que le has hecho, yo enviaré a buscarte. ¿Por qué voy a perder a mis dos hijos en un solo día? Luego Rebeca le dijo a Isaac: Estas mujeres hititas me tienen harta. Me han quitado las ganas de vivir. Si Jacob se llega a casar con una de las hititas que viven en este país, ¡más me valdría morir! Isaac llamó a Jacob, lo bendijo y le ordenó: No te cases con ninguna mujer de aquí de Canaán. Vete ahora mismo a Padán Aram, a la casa de Betuel, tu abuelo materno, y cásate allá con una de las hijas de tu tío Labán. Que el Dios Todopoderoso te bendiga, te haga fecundo y haga que salgan de ti numerosas naciones. Que también te dé, a ti y a tu descendencia, la bendición de Abraham, para que puedan poseer esta tierra donde ahora vives como extranjero, esta tierra que Dios le prometió a Abraham. Así envió Isaac a Jacob a Padán Aram, a la casa de Labán, quien era hijo de Betuel el arameo, y hermano de Rebeca, la madre de Jacob y de Esaú. Esaú supo que Isaac había bendecido a Jacob, y que lo había enviado a Padán Aram para casarse allá. También se enteró de que, al bendecirlo, le dio la orden de no casarse con ninguna cananea, y de que Jacob había partido hacia Padán Aram en obediencia a su padre y a su madre. Entonces Esaú se dio cuenta de la antipatía de su padre por las cananeas. Por eso, aunque ya tenía otras esposas cananeas, Esaú fue hasta donde vivía Ismael hijo de Abraham y se casó con su hija Majalat, que era hermana de Nebayot. Jacob partió de Berseba y se encaminó hacia Jarán. Cuando llegó a cierto lugar, se detuvo para pasar la noche, porque ya estaba anocheciendo. Tomó una piedra, la usó como almohada, y se acostó a dormir en ese lugar. Allí soñó que había una escalinata apoyada en la tierra, y cuyo extremo superior llegaba hasta el cielo. Por ella subían y bajaban los ángeles de Dios. En el sueño, el Señor estaba de pie junto a él y le decía: "Yo soy el Señor, el Dios de tu abuelo Abraham y de tu padre Isaac. A ti y a tu descendencia les daré la tierra sobre la que estás acostado. Tu descendencia será tan numerosa como el polvo de la tierra. Te extenderás de norte a sur, y de oriente a occidente, y todas las familias de la tierra serán bendecidas por medio de ti y de tu descendencia. Yo estoy contigo. Te protegeré por dondequiera que vayas, y te traeré de vuelta a esta tierra. No te abandonaré hasta cumplir con todo lo que te he prometido." Al despertar Jacob de su sueño, pensó: "En realidad, el Señor está en este lugar, y yo no me había dado cuenta." Y con mucho temor, añadió: "¡Qué asombroso es este lugar! Es nada menos que la casa de Dios; ¡es la puerta del cielo!" A la mañana siguiente Jacob se levantó temprano, tomó la piedra que había usado como almohada, la erigió como una *estela y derramó aceite sobre ella. En aquel lugar había una ciudad que se llamaba Luz, pero Jacob le cambió el *nombre y le puso Betel. Luego Jacob hizo esta promesa: "Si Dios me acompaña y me protege en este viaje que estoy haciendo, y si me da alimento y ropa para vestirme, y si regreso sano y salvo a la casa de mi padre, entonces el Señor será mi Dios. Y esta piedra que yo erigí como pilar será casa de Dios, y de todo lo que Dios me dé, le daré la décima parte."
Salmos 130:
A ti, Señor, elevo mi clamor desde las profundidades del abismo. Escucha, Señor, mi voz. Estén atentos tus oídos a mi voz suplicante. Si tú, Señor, tomaras en cuenta los pecados, ¿quién, Señor, sería declarado inocente? Pero en ti se halla perdón, y por eso debes ser temido. Espero al Señor, lo espero con toda el alma; en su palabra he puesto mi esperanza. Espero al Señor con toda el alma, más que los centinelas la mañana. Como esperan los centinelas la mañana, así tú, Israel, espera al Señor. Porque en él hay amor inagotable; en él hay plena redención. Él mismo redimirá a Israel de todos sus pecados.
Proverbios 5:
Hijo mío, pon atención a mi sabiduría y presta oído a mi buen juicio, para que al hablar mantengas la discreción y retengas el conocimiento. De los labios de la adúltera fluye miel; su lengua es más suave que el aceite. Pero al fin resulta más amarga que la hiel y más cortante que una espada de dos filos. Sus pies descienden hasta la muerte; sus pasos van derecho al sepulcro. No toma ella en cuenta el camino de la vida; sus sendas son torcidas, y ella no lo reconoce. Pues bien, hijo mío, préstame atención y no te apartes de mis palabras. Aléjate de la adúltera; no te acerques a la puerta de su casa, para que no entregues a otros tu vigor, ni tus años a gente cruel; para que no sacies con tu fuerza a gente extraña, ni vayan a dar en casa ajena tus esfuerzos. Porque al final acabarás por llorar, cuando todo tu ser se haya consumido. Y dirás: "¡Cómo pude aborrecer la corrección! ¡Cómo pudo mi corazón despreciar la disciplina! No atendí a la voz de mis maestros, ni presté oído a mis instructores. Ahora estoy al borde de la ruina, en medio de toda la comunidad." Bebe el agua de tu propio pozo, el agua que fluye de tu propio manantial. ¿Habrán de derramarse tus fuentes por las calles y tus corrientes de aguas por las plazas públicas? Son tuyas, solamente tuyas, y no para que las compartas con extraños. ¡Bendita sea tu fuente! ¡Goza con la esposa de tu juventud! Es una gacela amorosa, es una cervatilla encantadora. ¡Que sus pechos te satisfagan siempre! ¡Que su amor te cautive todo el tiempo! ¿Por qué, hijo mío, dejarte cautivar por una adúltera? ¿Por qué abrazarte al pecho de la mujer ajena? Nuestros caminos están a la vista del Señor; él examina todas nuestras sendas. Al malvado lo atrapan sus malas obras; las cuerdas de su pecado lo aprisionan. Morirá por su falta de disciplina; perecerá por su gran insensatez.
El Libro de II Corintios capítulo 5 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:


II CORINTIOS
CAPÍTULO 5
(60 d.C.)
CON EL SEÑOR


PORQUE sabemos, que si la casa terrestre de nuestra habitación se deshiciere (nuestro cuerpo físico, lo cual no es permanente), tenemos de Dios un edificio (se refiere al Cuerpo Glorificado, que todos los Santos obtendrán en la Resurrección), una casa no hecha de manos, eterna en los Cielos. (Este Cuerpo Glorificado está Creado por Dios, y durará y vivirá para siempre jamás.)
2 Y por esto (este cuerpo físico presente) también gemimos (no quejándose, sino más bien viendo por Fe lo que ha de venir y, por lo tanto, anhelando su llegada), deseando ser sobrevestidos de aquella nuestra habitación Celestial (la Resurrección venidera, cuando lo corruptible se pondrá de incorrupción y lo mortal se pondrá de inmortalidad):
3 Puesto que en verdad habremos sido hallados vestidos, y no desnudos (no será desprovisto de abrigo, pero será vestido con luz [I Cor. 15:41-42]).
4 Porque asimismo los que estamos en este Tabernáculo, gemimos sobrecargados (no por la muerte, porque la muerte es un enemigo, sino más bien por la Resurrección venidera): porque no quisiéramos ser desnudados (no deseamos morir, ni estamos dispuestos a soportar estas cargas mientras Dios lo designe); sino sobrevestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. (Se refiere a ponerse de inmortalidad [I Cor. 15:35-54].)
5 Mas el que nos hizo para esto mismo, es Dios (nos prepara para la Resurrección), El Cual nos ha dado las arras del Espíritu como garantía (un adelanto inicial y la totalidad de lo que resta que se nos pagará dentro de poco).
6 Así que vivimos confiados siempre (una garantía), y sabiendo, que entre tanto que estamos en el cuerpo (hace una distinción importante entre la persona y el cuerpo físico), peregrinamos ausentes del Señor (pero estaremos con Él para siempre en la Resurrección):
7 (Porque por Fe andamos (tiene referencia al hecho de que la vida es un recorrido, y el Cristiano anda de viaje a otro país), no por vista:) (Se refiere a las cosas que podemos ver actualmente. Es la Fe que nos controla, no la vista.)
8 Mas confiamos, y más quisiéramos partir del cuerpo (este cuerpo físico es nada más que una casa en la cual reside la persona de verdad), y estar presentes al Señor. (El Hijo de Dios no tiene terror a la muerte.)
LABOR
9 Por tanto procuramos también (son ambiciosos), o ausentes (están todavía en el mundo), o presentes (con Cristo), serle agradables (aprobado por Él, si nuestra Fe está en Cristo y la Cruz).
10 Porque es necesario que todos nosotros parezcamos ante el Tribunal de Cristo (sucederá en el Cielo, y posiblemente ocurrirá inmediatamente antes de la Segunda Venida); para que cada uno reciba según lo que hubiere hecho por medio del cuerpo, o sea bueno o malo. (Es tocante a la forma en que vivimos para el Señor. Los pecados no serán juzgados aquí, sino nuestra motivación y fidelidad, ya que el pecado fue juzgado en el Calvario.)
11 Estando pues poseídos del terror del Señor (debiera traducirse, "temor"), persuadimos a los hombres; mas a Dios somos manifiestos (lo que hacemos, lo hacemos delante de Él, procurando solamente Su guianza, dirección y aprobación); y espero que también en vuestras conciencias somos manifiestos. (Si nuestro Mensaje es aceptable por el Señor, de seguro ha de ser aceptable por los Creyentes.)
12 No nos encomendamos pues otra vez a vosotros (no tenían que hacerlo, porque conocían a Pablo), sino os damos ocasión de gloriaros por nosotros (respaldarnos), para que tengáis qué responder contra los que se glorían en las apariencias, y no en el corazón. (Pablo no desea ningún elogio falso de nadie, sino un reconocimiento sincero.)
13 Porque si estamos locos, es para Dios (sus detractores lo acusaban de estar desequilibrado mentalmente): y si somos cuerdos, es para vosotros. (Se refiere a estar en su sano juicio, y que otros crean que es así. Algunos dijeron que era demente y otros dijeron que era demasiado sobrio.)
RECONCILIACIÓN
14 Porque el Amor de Cristo nos constriñe (lo que Cristo hizo por nosotros en la Cruz); pensando esto, Que si uno murió por todos (Cristo murió por el mundo entero, y para siempre), luego todos son muertos (todos somos muertos en transgresiones y pecados):
15 Y por todos murió (le recuerda al lector el Sacrificio supremo que Cristo pagó), para que los que viven (aceptan a Cristo), ya no vivan para sí mismos (ya le pertenecemos a Cristo), mas para aquel que murió y resucitó por ellos (para hacer Su Voluntad en nuestra vida).
16 De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne (corresponde a todas y cada una de las cosas que caracteriza a la humanidad en este mundo presente): y aun si a Cristo conocimos según la carne, empero ahora ya no Le conocemos. (Debemos conocerlo exclusivamente como el Salvador, lo cual fue cumplido por la Cruz.)
17 De modo que si alguno está en Cristo (salvo por la Sangre), nueva criatura es (una nueva creación): las cosas viejas pasaron (lo que éramos antes de la Salvación); he aquí, todas son hechas nuevas. (El viejo ya no es utilizable, porque ya Cristo nos lo ha dado todo "nuevo.")
18 Y todo esto es de Dios (todo nuevo), el cual nos reconcilió a sí por Cristo (Él tenía el poder a consecuencia de la Cruz), y nos dio el ministerio de la reconciliación (para declarar al hombre la naturaleza y las condiciones de este Plan de Reconciliación, que es resumido en "la Predicación de la Cruz" [I Cor. 1:21, 23]);
19 Porque ciertamente Dios estaba en Cristo (por mediación de Cristo) reconciliando el mundo a sí (la Expiación como obra de la Bendita Trinidad y como resultado del amor, no de la ira), no imputándole sus pecados (el castigo de estas transgresiones fue atribuida a Cristo en lugar suyo); y puso en nosotros la Palabra de la Reconciliación. (Todo Creyente debe Predicar la Cruz de una u otra forma [I Cor. 1:18].)
20 Así que, somos Embajadores en Nombre de Cristo (alguien autorizado para entregar un mensaje por otra persona), como si Dios rogase por medio nuestro (que quede bien claro que nuestro Mensaje debe ser considerado como el Mensaje de Dios): os rogamos en nombre de Cristo (como si Él estuviera cumpliendo la tarea), reconciliaos con Dios. (Sólo puede lograrlo al aceptar a Cristo y lo que Él hizo por nosotros en la Cruz.)
21 Al Que (Cristo) no conoció pecado (Él no era culpable; sino absolutamente Santo y Puro), Le (Dios el Padre) hizo pecado por nosotros (la Ofrenda del Pecado [Isa. 53:6, 10; I Ped. 2:24]); para que nosotros fuésemos hechos Justicia de Dios en Él (al aceptar lo que Él hizo por nosotros en la Cruz).
1 Corintios 13 Nueva Versión Internacional:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.
Hebreos 10:35-12:4 Nueva Versión Internacional:
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida.
Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.
Romanos 8 Nueva Versión Internacional:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que no andan conforme a la naturaleza pecaminosa sino conforme al Espíritu. Pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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