El 4 de Marzo Lectura Bíblica Diaria
El 4 de Marzo Lectura Bíblica Diaria:
Ezequiel 3 a 5:
Y me dijo: "Hijo de hombre, cómete este rollo escrito, y luego ve a hablarles a los israelitas." Yo abrí la boca y él hizo que me comiera el rollo. Luego me dijo: "Hijo de hombre, cómete el rollo que te estoy dando hasta que te sacies." Y yo me lo comí, y era tan dulce como la miel. Otra vez me dijo: "Hijo de hombre, ve a la nación de Israel y proclámale mis palabras. No te envío a un pueblo de lenguaje complicado y difícil de entender, sino a la nación de Israel. No te mando a naciones numerosas de lenguaje complicado y difícil de entender, aunque si te hubiera mandado a ellas seguramente te escucharían. Pero el pueblo de Israel no va a escucharte porque no quiere obedecerme. Todo el pueblo de Israel es terco y obstinado. No obstante, yo te haré tan terco y obstinado como ellos. ¡Te haré inquebrantable como el diamante, inconmovible como la roca! No les tengas miedo ni te asustes, por más que sean un pueblo rebelde." Luego me dijo: "Hijo de hombre, escucha bien todo lo que voy a decirte, y atesóralo en tu corazón. Ahora ve adonde están exiliados tus compatriotas. Tal vez te escuchen, tal vez no; pero tú adviérteles: Así dice el Señor omnipotente. " Entonces el Espíritu de Dios me levantó, y detrás de mí oí decir con el estruendo de un terremoto: "¡Bendita sea la gloria del Señor, donde él habita!" Oí el ruido de las alas de los seres vivientes al rozarse unas con otras, y el de las ruedas que estaban junto a ellas, y el ruido era estruendoso. El Espíritu me levantó y se apoderó de mí, y me fui amargado y enardecido, mientras la mano del Señor me sujetaba con fuerza. Así llegué a Tel Aviv, a orillas del río Quebar, adonde estaban los israelitas exiliados, y totalmente abatido me quedé con ellos durante siete días. Al cabo de los siete días, el Señor me dijo lo siguiente: "Hijo de hombre, a ti te he puesto como centinela del pueblo de Israel. Por tanto, cuando oigas mi palabra, adviértele de mi parte al malvado: Estás condenado a muerte. Si tú no le hablas al malvado ni le haces ver su mala conducta, para que siga viviendo, ese malvado morirá por causa de su pecado, pero yo te pediré cuentas de su muerte. En cambio, si tú se lo adviertes, y él no se arrepiente de su maldad ni de su mala conducta, morirá por causa de su pecado, pero tú habrás salvado tu vida. Por otra parte, si un justo se desvía de su buena conducta y hace lo malo, y yo lo hago caer y tú no se lo adviertes, él morirá sin que se le tome en cuenta todo el bien que haya hecho. Por no haberle hecho ver su maldad, él morirá por causa de su pecado, pero yo te pediré cuentas de su muerte. Pero si tú le adviertes al justo que no peque, y en efecto él no peca, él seguirá viviendo porque hizo caso de tu advertencia, y tú habrás salvado tu vida." Luego el Señor puso su mano sobre mí, y me dijo: "Levántate y dirígete al campo, que allí voy a hablarte." Yo me levanté y salí al campo. Allí vi la gloria del Señor, tal como la había visto a orillas del río Quebar, y caí rostro en tierra. Entonces el Espíritu de Dios entró en mí, hizo que me pusiera de pie, y me dijo: "Ve y enciérrate en tu casa. A ti, hijo de hombre, te atarán con sogas para que no puedas salir ni andar entre el pueblo. Yo haré que se te pegue la lengua al paladar, y así te quedarás mudo y no podrás reprenderlos, por más que sean un pueblo rebelde. Pero cuando yo te hable, te soltaré la lengua y les advertirás: Así dice el Señor omnipotente. El que quiera oír, que oiga; y el que no quiera, que no oiga, porque son un pueblo rebelde. "Hijo de hombre, toma ahora un ladrillo, ponlo delante de ti y dibuja en él la ciudad de Jerusalén. Acampa a su alrededor y ponle sitio; levanta torres de asalto contra ella y construye una rampa que llegue hasta la ciudad; instala máquinas para derribar sus murallas. Toma una plancha de hierro y colócala como un muro entre ti y la ciudad, y fija tu mirada contra ella. De esa manera quedará sitiada: tú mismo la sitiarás. Eso les servirá de señal a los israelitas. "Acuéstate sobre tu lado izquierdo, y echa sobre ti la culpa de los israelitas. Todo el tiempo que estés acostado sobre ese lado, cargarás con sus culpas. Yo te he puesto un plazo de trescientos noventa días, es decir, un lapso de tiempo equivalente a los años de la culpa de Israel. Cuando cumplas ese plazo, volverás a acostarte, pero esta vez sobre tu lado derecho, y cuarenta días cargarás con la culpa del pueblo de Judá, o sea, un día por cada año. Luego mirarás el asedio de Jerusalén, y con brazo amenazante profetizarás contra ella. Yo te ataré con sogas para que no puedas darte vuelta de un lado a otro mientras no se cumplan los días del asedio. "Toma trigo, cebada, habas, lentejas, mijo y avena; viértelos en un recipiente y amásalos para hacer pan, pues ése será tu alimento durante los trescientos noventa días que estarás acostado sobre tu lado izquierdo. Cada día comerás, a una hora fija, una ración de un cuarto de kilo. También a una hora fija beberás medio litro de agua. Cocerás ese pan con excremento humano, y a la vista de todos lo comerás, como si fuera una torta de cebada." Luego el Señor añadió: "De igual manera, los israelitas comerán alimentos impuros en medio de las naciones por donde los voy a dispersar." Entonces exclamé: "¡No, Señor mi Dios! ¡Yo jamás me he contaminado con nada! Desde mi niñez y hasta el día de hoy, jamás he comido carne de ningún animal que se haya encontrado muerto, o que haya sido despedazado por las fieras. ¡Por mi boca no ha entrado ningún tipo de carne impura!" "Está bien me respondió, te doy permiso para que hornees tu pan con excremento de vaca en vez de excremento humano." Luego me dijo: "Hijo de hombre, voy a hacer que escasee el trigo en Jerusalén. La gente comerá el pan racionado y con mucha angustia; también el agua será racionada, la beberán con mucha ansiedad. Escasearán el pan y el agua, y cuando cada uno vea la condición del otro, todos irán perdiendo las fuerzas y acabarán muriéndose a causa de sus pecados. "Hijo de hombre, toma ahora una espada afilada, y úsala como navaja de afeitar para raparte la cabeza y afeitarte la barba. Toma luego una balanza y divide tu cabello cortado. Cuando se cumplan los días del sitio, quemarás en medio de la ciudad una tercera parte del cabello; otra tercera parte la cortarás con la espada alrededor de la ciudad, y la parte restante la esparcirás al viento. Yo, por mi parte, desenvainaré la espada y perseguiré a sus habitantes. Toma algunos de los cabellos y átalos al borde de tu manto. Luego toma otros pocos y arrójalos en el fuego para que se quemen. Desde allí se extenderá el fuego sobre todo el pueblo de Israel. "Así dice el Señor omnipotente: Ésta es la ciudad de Jerusalén. Yo la coloqué en medio de las naciones y de los territorios a su alrededor. Pero ella se rebeló contra mis leyes y decretos, con una perversidad mayor a la de las naciones y territorios vecinos. En otras palabras, rechazó por completo mis leyes y decretos. "Por eso yo, el Señor omnipotente, declaro: Ustedes han sido más rebeldes que las naciones a su alrededor; no han seguido mis decretos ni obedecido mis leyes, y ni siquiera se han sujetado a las costumbres de esas naciones. Por lo tanto yo, el Señor omnipotente, declaro: Estoy contra ti, Jerusalén, y te voy a castigar a la vista de todas las naciones. Por causa de tus ídolos repugnantes, haré contigo lo que jamás he hecho ni volveré a hacer. Entre ustedes habrá padres que se comerán a sus hijos, y también hijos que se comerán a sus padres. Yo los castigaré, y a quien sobreviva lo dispersaré por los cuatro vientos. "Por esta razón yo, el Señor omnipotente, juro por mí mismo: Como ustedes han profanado mi santuario con sus ídolos repugnantes y con prácticas detestables, yo los destruiré sin misericordia y sin piedad. Una tercera parte de tu pueblo morirá en tus calles por la peste y por el hambre; otra tercera parte caerá a filo de espada en tus alrededores, y a la tercera parte restante la dispersaré por los cuatro vientos. Yo desenvainaré la espada y perseguiré a la gente. Entonces se apaciguará mi ira, mi enojo contra ellos será saciado, y me daré por satisfecho. Y cuando en mi celo haya desahogado mi enojo contra ellos, sabrán que yo, el Señor, lo he dicho. "Yo te convertiré en un montón de ruinas; te haré objeto de burla de todas las naciones que te rodean. Todos los que pasen junto a ti, lo verán. Cuando yo te castigue con indignación, enojo y durísimos reproches, serás objeto de burla y de oprobio, y motivo de advertencia y escarmiento para las naciones que te rodean. Yo, el Señor, lo he dicho. "Yo te haré blanco del hambre, esa mortífera flecha que todo lo destruye. Dispararé a matar, pues traeré sobre ti hambre y escasez de provisiones. Por si fuera poco, lanzaré contra ti animales salvajes que te dejarán sin hijos. Te verás abrumado por las plagas y por el derramamiento de sangre, pues haré que caigas a filo de espada. Yo, el Señor, lo he dicho."
Salmos 82 Nueva Versión Internacional:
Dios preside el consejo celestial; entre los dioses dicta sentencia: "¿Hasta cuándo defenderán la injusticia y favorecerán a los impíos? Selah. Defiendan la causa del huérfano y del desvalido; al pobre y al oprimido háganles justicia. Salven al menesteroso y al necesitado; líbrenlos de la mano de los impíos. "Ellos no saben nada, no entienden nada. Deambulan en la oscuridad; se estremecen todos los cimientos de la tierra. "Yo les he dicho: Ustedes son dioses; todos ustedes son hijos del Altísimo. Pero morirán como cualquier mortal; caerán como cualquier otro gobernante." Levántate, oh Dios, y juzga a la tierra, pues tuyas son todas las naciones.
Proverbios 16 Nueva Versión Internacional:
El Señor aborrece a los arrogantes. Una cosa es segura: no quedarán impunes. Con amor y verdad se perdona el pecado, y con temor del Señor se evita el mal. Cuando el Señor aprueba la conducta de un hombre, hasta con sus enemigos lo reconcilia. Más vale tener poco con justicia que ganar mucho con injusticia. El corazón del hombre traza su rumbo, pero sus pasos los dirige el Señor. La sentencia está en labios del rey; en el veredicto que emite no hay error. Las pesas y las balanzas justas son del Señor; todas las medidas son hechura suya. El rey detesta las malas acciones, porque el trono se afirma en la justicia. El rey se complace en los labios honestos; aprecia a quien habla con la verdad. La ira del rey es presagio de muerte, pero el sabio sabe apaciguarla. El rostro radiante del rey es signo de vida; su favor es como lluvia en primavera. Más vale adquirir sabiduría que oro; más vale adquirir inteligencia que plata. El camino del hombre recto evita el mal; el que quiere salvar su vida, se fija por dónde va. Al orgullo le sigue la destrucción; a la altanería, el fracaso. Vale más humillarse con los oprimidos que compartir el botín con los orgullosos. El que atiende a la palabra, prospera. ¡Dichoso el que confía en el Señor! Al sabio de corazón se le llama inteligente; los labios convincentes promueven el saber. Fuente de vida es la prudencia para quien la posee; el castigo de los necios es su propia necedad. El sabio de corazón controla su boca; con sus labios promueve el saber. Panal de miel son las palabras amables: endulzan la vida y dan salud al cuerpo. Hay caminos que al hombre le parecen rectos, pero que acaban por ser caminos de muerte. Al que trabaja, el hambre lo obliga a trabajar, pues su propio apetito lo estimula. El perverso hace planes malvados; en sus labios hay un fuego devorador. El perverso provoca contiendas, y el chismoso divide a los buenos amigos. El violento engaña a su prójimo y lo lleva por mal camino. El que guiña el ojo trama algo perverso; el que aprieta los labios ya lo ha cometido. Las canas son una honrosa corona que se obtiene en el camino de la justicia. Más vale ser paciente que valiente; más vale dominarse a sí mismo que conquistar ciudades. Las suertes se echan sobre la mesa, pero el veredicto proviene del Señor.
El Libro de Los Hechos Capítulo 14 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES
CAPÍTULO 14
(45 d.C.)
ICONIO
Y ACONTECIÓ en Iconio, que entrados juntamente (Pablo y Bernabé) en la Sinagoga de los Judíos, hablaron de tal manera (los presenta siguiendo la costumbre de ir primero a los Judíos), que creyó una grande multitud de Judíos, y asimismo de Griegos (aceptaron a Cristo).
2 Mas los Judíos que fueron incrédulos (como es obvio, algunos Judíos no creyeron), incitaron y corrompieron los ánimos de los Gentiles (quiere decir que estos Gentiles no eran de la clase gobernadora) contra los hermanos (los Judíos no creyentes contaron cualquier mentira).
3 Con todo eso se detuvieron allí mucho tiempo, hablando con libertad en el Señor (los Gentiles no creyentes que fueron incitados por los Judíos no creyentes no tenían influencia directa, como aquellos Gentiles en la ciudad anterior; entonces Pablo y Bernabé podían ministrar allí por unas cuantas semanas), el cual daba testimonio a la Palabra de Su Gracia (esta "Gracia" se refiere al favor inmerecido de Dios en enviar a Jesús para salvarnos de nuestros pecados), dando que señales y milagros fuesen hechos por las manos de ellos (sanidades, milagros y liberaciones).
4 Mas la gente de la ciudad estaba dividida (aunque la Gracia sea la parte clave, el Mensaje causa discordia e interrumpe las familias, comunidades y naciones): y unos eran con los Judíos, y otros con los Apóstoles (expone el grado de esta división).
5 Y haciendo ímpetu los Judíos y los Gentiles juntamente con sus dirigentes, para afrentarlos y apedrearlos (constituye su plan, pero Pablo y Bernabé se marcharon antes de que se pusiera en acción),
LISTRA
6 Habiéndolo entendido (hecho consciente), huyeron a Listra y Derbe, ciudades de Licaonia, y por toda la tierra alrededor (no significa que Pablo y Bernabé tuvieron miedo, sino que esas fueron las instrucciones del Señor):
7 Y allí (Listra y Derbe) predicaban el Evangelio (la predicación es el método que Dios eligió para alcanzar a la gente, independientemente de su lugar o circunstancias).
8 Y un hombre de Listra, impotente de los pies, estaba sentado, cojo desde el vientre de su madre, que jamás había andado:
9 Éste oyó hablar a Pablo (parece que Pablo predicaba en la plaza de la ciudad): el cual, como puso los ojos en él, y vio que tenía fe para ser sano (presenta a Pablo atraído a este hombre por el Espíritu Santo, porque el hombre por lo visto creyó lo que oyó a Pablo decir acerca de Cristo; claramente Pablo se refería a Cristo en su Mensaje, no sólo como el Salvador, sino también como el Sanador),
10 Dijo a gran voz (Pablo habló en voz alta), Levántate derecho sobre tus pies (sin duda se encontraba delante de una gran multitud). Y saltó, y anduvo (lo proclama sanado al instante).
11 Entonces las gentes, visto lo que Pablo había hecho, alzaron la voz, diciendo en lengua Licaónica (presenta su idioma materno), dioses semejantes a hombres han descendido a nosotros (la Mitología Griega señalaba a muchos dioses, y que venían a la Tierra en forma humana).
12 Y a Bernabé llamaban Júpiter; y a Pablo, Mercurio (presenta a sus dos dioses principales), porque era el (Pablo) que llevaba la Palabra.
13 Y el sacerdote de Júpiter, que estaba delante de la ciudad de ellos (habla del templo de Júpiter, que fue construido justo afuera de la puerta), trayendo toros y guirnaldas delante de las puertas, quería con el pueblo sacrificarles (habla de los animales como ofrendas para adorar a Pablo y Bernabé).
14 Y cuando lo oyeron los Apóstoles Bernabé y Pablo (probablemente significa que la gente hablaba en su idioma materno, por eso los Apóstoles al principio no sabían lo que estaba pasando), rotas sus ropas, se lanzaron al gentío, dando voces (era para mostrar su desaprobación de lo que estaba sucediendo),
15 Y diciendo, Varones, ¿por qué hacéis esto? (¿Por qué la gente en la India se bañan en la suciedad del Río Ganges, creyendo que le garantizaría cierto tipo de vida eterna? ¿Por qué muchos en África untan estiércol de vaca en sus cuerpos, agitándose en un frenesí mientras alguien golpea un tambor?) Nosotros también somos hombres semejantes a vosotros (Pablo y Bernabé rechazaron las afirmaciones ridículas de estas personas que creían que ellos eran dioses), que os anunciamos que de estas vanidades os convirtáis al Dios Vivo (nadie más que en el Dios Vivo lo podemos encontrar por medio de Jesucristo, todo es vanidad), que hizo el Cielo y la Tierra, y el mar, y todo lo que está en ellos:
16 El cual en las edades pasadas (antes de la Cruz) ha dejado a todas las gentes andar en sus caminos (quiere decir que Él no los destruyó a pesar de sus malos caminos, tan abominables como lo eran ellos).
17 Si bien no se dejó a Sí Mismo sin testimonio, haciendo bien, dándonos lluvias del Cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y de alegría nuestros corazones (por muy poderosa que la Creación pueda ser como "testigo," esto no es un Salvador; aunque esto podría señalar a los hombres hacia Dios, en sí solo no podía salvar a los hombres; a pesar de ese "testigo," ellos mueren eternamente perdidos).
18 Y diciendo estas cosas, apenas apaciguaron el pueblo (la gente aún sentía temor de no prestar atención a Pablo y a Bernabé), para que no les ofreciesen sacrificio (la gente fue retenida en el último momento).
LA PERSECUCIÓN
19 Entonces sobrevinieron unos Judíos de Antioquía y de Iconio, que persuadieron a la multitud (claramente ocurrió unos días después de la situación con respecto al Sacrificio propuesto; estos Judíos persuadieron a la gente a estar en contra de Pablo y Bernabé), y habiendo apedreado a Pablo, le sacaron fuera de la ciudad, pensando que estaba muerto (creyeron que Pablo era el líder, al parecer Bernabé se salvó de ser apedreado; Pablo estaba a la puerta de la muerte).
20 Mas rodeándole los Discípulos (habla de aquellos que habían venido a Cristo en los últimos días o semanas anteriores), se levantó (indica lo serio que era la situación, él fue sanado al instante) y entró en la ciudad (quiere decir que los detractores de Pablo ya se habían marchado, pensando que él estaba muerto): y un día después, partió con Bernabé a Derbe (presenta una distancia de unos sesenta kilómetros [cuarenta millas]).
21 Y cuando hubieron anunciado el Evangelio a aquella ciudad (explica que la Evangelización no se aminoraba en absoluto a pesar de la persecución), y enseñado a muchos (la predicación les había traído a Cristo, y ahora tenían que ser enseñados), volvieron a Listra, y a Iconio, y a Antioquía (fueron guiados por el Espíritu Santo para volver a estos lugares de persecución; como tal, Satanás no sería capaz de matarlos),
22 Confirmando los ánimos de los Discípulos (se refiere a los nuevos convertidos en estas regiones), exhortándoles a que permaneciesen en la Fe (no es el que comienza, sino el que termina), y que es necesario que por muchas tribulaciones entremos en el Reino de Dios (un Mensaje totalmente diferente del que estaba actualmente propuesto).
23 Y habiéndoles constituido Ancianos (Predicadores) en cada una de las Iglesias (por la ayuda del Espíritu Santo, se seleccionó un Pastor de los fieles para guiar el rebaño local), y habiendo orado con ayunos (quiere decir que Pablo, Bernabé y los otros buscaron al Señor seriamente en cuanto a Su Voluntad en estos asuntos), los encomendaron al Señor (buscando las Bendiciones del Señor sobre ellos después de comisionarlos) en el cual habían creído (creyendo que Él los guiaría y dirigiría, ¡que fue lo que Él hizo!).
LA IGLESIA MADRE
24 Y pasando por Pisidia vinieron a Panfilia (Panfilia está al suroeste de Pisidia).
25 Y habiendo predicado la Palabra en Perge, descendieron a Atalia (no se hace mención alguna de que ministraron en Atalia):
26 Y de allí navegaron a Antioquía (la Iglesia madre), donde habían sido encomendados a la Gracia de Dios para la obra que habían acabado (el Espíritu Santo dice que Pablo y Bernabé hicieron exactamente lo que el Señor quiso que hicieran en cuanto a este viaje Misionero).
EL INFORME
27 Y habiendo llegado, y reunido la Iglesia (en Antioquía), relataron cuán grandes cosas había Dios hecho con ellos (relatando todo esto a la congregación), y cómo había abierto a los Gentiles la puerta de la Fe (qué receptivos eran los Gentiles).
28 Y se quedaron allí (Antioquía, Siria) mucho tiempo con los Discípulos (con la congregación, posiblemente no menos de dos años).
1 Corintios 13 Nueva Versión Internacional:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.
Hebreos 10:35-12:4 Nueva Versión Internacional:
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida.
Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.
Romanos 8 Nueva Versión Internacional:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que no andan conforme a la naturaleza pecaminosa sino conforme al Espíritu. Pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
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