El 6 de Octubre Lectura Bíblica Diaria
Isaías 25 a 27:
Señor, tú eres mi Dios; te exaltaré y alabaré tu nombre porque has hecho maravillas. tus planes son fieles y seguros. Has convertido la ciudad en un montón de escombros, la ciudad fortificada en una ruina. Ya no es ciudad la ciudadela de extranjeros; nunca más volverá a ser reconstruida. Por eso te glorifica un pueblo poderoso; te teme la ciudad de las naciones crueles. Porque tú has sido, en su angustia, un baluarte para el desvalido, un refugio para el necesitado, un resguardo contra la tormenta, una sombra contra el calor. En cambio, el aliento de los crueles es como una tormenta contra un muro, como el calor en el desierto. Tú aplacas el tumulto de los extranjeros, como se aplaca el calor bajo la sombra de una nube, y ahogas la alharaca de los tiranos. Sobre este monte, el Señor Todopoderoso preparará para todos los pueblos un banquete de manjares especiales, un banquete de vinos añejos, de manjares especiales y de selectos vinos añejos. Sobre este monte rasgará el velo que cubre a todos los pueblos, el manto que envuelve a todas las naciones. Devorará a la muerte para siempre; el Señor omnipotente enjugará las lágrimas de todo rostro, y quitará de toda la tierra el oprobio de su pueblo. El Señor mismo lo ha dicho. En aquel día se dirá: "¡Sí, éste es nuestro Dios; en él confiamos, y él nos salvó! ¡Éste es el Señor, en él hemos confiado; regocijémonos y alegrémonos en su salvación!" La mano del Señor se posará sobre este monte, pero Moab será pisoteada en su sitio, como se pisotea la paja en el muladar. Allí extenderán sus manos, como al nadar las extiende un nadador. Pero el Señor abatirá su orgullo, junto con la destreza de sus manos. Derribará, hará caer y abatirá tus muros altos y fortificados, hasta dejarlos hechos polvo sobre la tierra. En aquel día se entonará esta canción en la tierra de Judá: "Tenemos una ciudad fuerte. Como un muro, como un baluarte, Dios ha interpuesto su salvación. Abran las puertas, para que entre la nación justa que se mantiene fiel. Al de carácter firme lo guardarás en perfecta paz, porque en ti confía. Confíen en el Señor para siempre, porque el Señor es una Roca eterna. Él hace caer a los que habitan en lo alto y abate a la ciudad enaltecida: la abate hasta dejarla por el suelo, la derriba hasta hacerla morder el polvo. ¡Los débiles y los desvalidos la pisotean con sus propios pies!" La senda del justo es llana; tú, que eres recto, allanas su camino. Sí, en ti esperamos, Señor, y en la senda de tus juicios; tu nombre y tu memoria son el deseo de nuestra vida. Todo mi ser te desea por las noches; por la mañana mi espíritu te busca. Pues cuando tus juicios llegan a la tierra, los habitantes del mundo aprenden lo que es justicia. Aunque al malvado se le tenga compasión, no aprende lo que es justicia; en tierra de rectitud actúa con iniquidad, y no reconoce la majestad del Señor. Levantada está, Señor, tu mano, pero ellos no la ven. ¡Que vean tu celo por el pueblo, y sean avergonzados; que sean consumidos por el fuego destinado a tus enemigos! Señor, tú estableces la paz en favor nuestro, porque tú eres quien realiza todas nuestras obras. Señor y Dios nuestro, otros señores nos han gobernado, pero sólo a tu nombre damos honra. Ya están muertos, y no revivirán; ya son sombras, y no se levantarán. Tú los has castigado y destruido; has hecho que perezca su memoria. Tú, Señor, has engrandecido a la nación; la has engrandecido y te has glorificado; has extendido las fronteras de todo el país. Señor, en la angustia te buscaron; apenas si lograban susurrar una oración cuando tú ya los corregías. Señor, nosotros estuvimos ante ti como cuando una mujer embarazada se retuerce y grita de dolor al momento de dar a luz. Concebimos, nos retorcimos, pero dimos a luz tan sólo viento. No trajimos salvación a la tierra, ni nacieron los habitantes del mundo. Pero tus muertos vivirán, sus cadáveres volverán a la vida. ¡Despierten y griten de alegría, moradores del polvo! Porque tu rocío es como el rocío de la mañana, y la tierra devolverá sus muertos. ¡Anda, pueblo mío, entra en tus habitaciones y cierra tus puertas tras de ti; escóndete por un momento, hasta que pase la ira! ¡Estén alerta!, que el Señor va a salir de su morada para castigar la maldad de los habitantes del país. La tierra pondrá al descubierto la sangre derramada; ¡ya no ocultará a los masacrados en ella! En aquel día el Señor castigará a Leviatán, la serpiente huidiza, a Leviatán, la serpiente tortuosa. Con su espada violenta, grande y poderosa, matará al Dragón que está en el mar. "Canten en aquel día a la viña escogida: Yo, el Señor, soy su guardián; todo el tiempo riego mi viña. para que nadie le haga daño. No estoy enojado. Si tuviera zarzas y espinos, pelearía contra ella y la quemaría totalmente, a menos que ella acudiera a mi refugio e hiciera las paces conmigo, sí, que hiciera las paces conmigo." Días vendrán en que Jacob echará raíces, en que Israel retoñará y florecerá, y llenará el mundo con sus frutos. ¿Acaso el Señor lo ha golpeado como hizo con quien lo golpeaba? ¿Acaso le dio muerte como hizo con quienes lo mataron? Contendió con él con guerra y destierro; lo expulsó con su soplo violento al soplar el viento del este. Así quedará *expiada la iniquidad de Jacob; ésta será la única condición para que se le perdone su pecado: que reduzca a polvo todas las piedras del altar, como si moliera piedra caliza, y no deje en pie ninguna imagen de Aserá ni altar de incienso alguno. En ruinas está la ciudad fortificada; es un sitio sin habitantes, abandonado como el desierto. Allí se echa el ternero, allí pace y deshoja las ramas. Una vez secas, las ramas se quiebran; vienen luego las mujeres y con ellas hacen fuego. Porque éste es un pueblo sin entendimiento; por eso su Creador no le tiene compasión, ni de él se apiada quien lo formó. En aquel día el Señor trillará desde las corrientes del Éufrates hasta el torrente de Egipto, y ustedes, israelitas, serán recogidos uno por uno. En aquel día sonará una gran trompeta. Los que fueron llevados a Asiria y los que fueron desterrados a Egipto vendrán y adorarán al Señor sobre el monte santo en Jerusalén.
Salmo 146:
¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor! Alaba, alma mía, al Señor. Alabaré al Señor toda mi vida; mientras haya aliento en mí, cantaré salmos a mi Dios. No pongan su confianza en gente poderosa, en simples mortales, que no pueden salvar. Exhalan el espíritu y vuelven al polvo, y ese mismo día se desbaratan sus planes. Dichoso aquel cuya ayuda es el Dios de Jacob, cuya esperanza está en el Señor su Dios, creador del cielo y de la tierra, del mar y de todo cuanto hay en ellos, y que siempre mantiene la verdad. El Señor hace justicia a los oprimidos, da de comer a los hambrientos y pone en libertad a los cautivos. El Señor da vista a los ciegos, el Señor sostiene a los agobiados, el Señor ama a los justos. El Señor protege al extranjero y sostiene al huérfano y a la viuda, pero frustra los planes de los impíos. ¡Oh Sión, que el Señor reine para siempre! ¡Que tu Dios reine por todas las generaciones! ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!
Proverbios 15:
La respuesta amable calma el enojo, pero la agresiva echa leña al fuego. La lengua de los sabios destila conocimiento; la boca de los necios escupe necedades. Los ojos del Señor están en todo lugar, vigilando a los buenos y a los malos. La lengua que brinda consuelo es árbol de vida; la lengua insidiosa deprime el espíritu. El necio desdeña la corrección de su padre; el que la acepta demuestra prudencia. En la casa del justo hay gran abundancia; en las ganancias del malvado, grandes problemas. Los labios de los sabios esparcen conocimiento; el corazón de los necios ni piensa en ello. El Señor aborrece las ofrendas de los malvados, pero se complace en la oración de los justos. El Señor aborrece el camino de los malvados, pero ama a quienes siguen la justicia. Para el descarriado, disciplina severa; para el que aborrece la corrección, la muerte. Si ante el Señor están el sepulcro y la muerte, ¡cuánto más el corazón humano! Al insolente no le gusta que lo corrijan, ni busca la compañía de los sabios. El corazón alegre se refleja en el rostro, el corazón dolido deprime el espíritu. El corazón entendido va tras el conocimiento; la boca de los necios se nutre de tonterías. Para el afligido todos los días son malos; para el que es feliz siempre es día de fiesta. Más vale tener poco, con temor del Señor, que muchas riquezas con grandes angustias. Más vale comer verduras sazonadas con amor que un festín de carne sazonada con odio. El que es iracundo provoca contiendas; el que es paciente las apacigua. El camino del perezoso está plagado de espinas, pero la senda del justo es como una calzada. El hijo sabio alegra a su padre; el hijo necio menosprecia a su madre. Al necio le divierte su falta de juicio; el entendido endereza sus propios pasos. Cuando falta el consejo, fracasan los planes; cuando abunda el consejo, prosperan. Es muy grato dar la respuesta adecuada, y más grato aún cuando es oportuna. El sabio sube por el sendero de vida, para librarse de caer en el sepulcro. El Señor derriba la casa de los soberbios, pero mantiene intactos los linderos de las viudas. El Señor aborrece los planes de los malvados, pero le agradan las palabras puras. El ambicioso acarrea mal sobre su familia; el que aborrece el soborno vivirá. El corazón del justo medita sus respuestas, pero la boca del malvado rebosa de maldad. El Señor se mantiene lejos de los impíos, pero escucha las oraciones de los justos. Una mirada radiante alegra el corazón, y las buenas noticias renuevan las fuerzas. El que atiende a la crítica edificante habitará entre los sabios. Rechazar la corrección es despreciarse a sí mismo; atender a la reprensión es ganar entendimiento. El temor del Señor es corrección y sabiduría; la humildad precede a la honra.
El Libro de Lucas Capítulo 15 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
EL SANTO EVANGELIO SEGÚN
SAN LUCAS
CAPÍTULO 15
(33 d.C.)
LA MURMURACIÓN
Y SE llegaban a Él todos los Publicanos y pecadores a oírle (los Publicanos eran recaudadores de impuestos, y la jerarquía religiosa de Israel los miraban como traidores; en consecuencia, no fueron proporcionados en absoluto con oportunidad alguna para Salvación, eran clasificados "pecadores"; sin embargo, ellos deseaban escuchar a Jesús, ¡y con razón!).
2 Y murmuraban los Fariseos y los Escribas (los demuestra exactamente como sus Padres en el desierto que introdujeron las plagas en esa época e introducirán ahora a la mayor plaga de todas, la destrucción de sí mismos y de su Nación [Éx. 16:7-12; Núm. 14:27; 17:5-10]), diciendo, Éste a los pecadores recibe, y con ellos come (si ha de notar, Jesús no le dio lugar ni posición a los Fariseos y a los Escribas lugar alguno ni posición alguna, y por razones obvias; Él sí dio lugar y posición a los Publicanos y pecadores, y con el propósito de salvar sus almas).
LA OVEJA PERDIDA
3 Y Él les propuso esta Parábola, diciendo,
4 ¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si perdiere una de ellas (declara el valor que el Señor le da a una sola alma), no deja las noventa y nueve en el desierto, mas va a la que se perdió, hasta que la halle? (No quiere decir que se deja a las noventa y nueve, sino más bien que se debe poner todo el esfuerzo para recobrar la perdida.)
5 Y hallada, la pone sobre sus hombros, gozoso (la Parábola de la oveja perdida también se encuentra en Mateo 18:12; donde expresa el amor que busca; en Lucas expresa el gozo cuando encuentra).
6 Y viniendo a casa, junta a los amigos y a los vecinos (debía haber sido los líderes religiosos de Israel), diciéndoles, Regocijad conmigo (en realidad es la única ocasión de regocijo en el Cielo además del regocijo por la Obra y la Persona del Señor Jesucristo [Apoc. 5:11-14]); porque he hallado mi oveja que se había perdido (según el Cielo, la declaración más grandiosa que jamás podría ser hecha).
7 Os digo, que así habrá más gozo en el Cielo sobre un pecador que se arrepiente (aunque muchas otras cosas son importantes, no obstante, nada puede igualar a un alma que se Salva), más que sobre noventa y nueve justos, que no necesitan el arrepentimiento (debe entenderse bien que se regocijaron cuando recobraron las noventa y nueve, tal como se regocija cuando se Salva un pecador).
LA MONEDA PERDIDA
8 ¿O qué mujer que tiene diez monedas de plata, si perdiere una moneda (señala a algo de valor; la oveja es valiosa, y la moneda, también, es valiosa; las dos son semejantes a un alma perdida), no enciende una lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta hallarla? (La "Luz" del Evangelio, que es Jesucristo y Él Crucificado, solamente Él puede encontrar al alma perdida. ¡Que quede bien claro, nosotros no encontramos a Cristo, Él nos encontró a nosotros!)
9 Y cuando la hubiere hallado, junta las amigas y las vecinas, diciendo, Regocijad conmigo; porque he hallado la moneda que había perdido.
10 Así os digo, que hay gozo delante de los Ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente (este Versículo es muy similar al Versículo 7, pero tiene algo más, este Versículo nos lleva al Trono mismo de Dios dando aún más énfasis al significado de la Salvación de un alma perdida).
EL HIJO PRÓDIGO
11 Y dijo, Un hombre tenía dos hijos (es posible que la oveja y la moneda representaban a los Gentiles que eran muy buscados porque eran indefensos; el Pródigo representa al Judío que no era muy buscado, pero fue por decisión propia, como sucederá en la Segunda Venida):
12 Y el menor de ellos dijo a su Padre (se aplica al pueblo Judío aunque por supuesto se puede aplicar a cualquiera y a todos), Padre, dame la parte de la herencia que me pertenece (fue muy típico de la Ley Romana de esa época). Y les repartió la herencia (por el uso del pronombre "les," parece que había cierta cantidad garantizada por la Ley para cada uno; el menor tomó la suya y se marchó).
13 Y no muchos días después juntándolo todo el hijo menor (corresponde a la herencia que él en realidad no se había ganado, sino que le dio gratuitamente por su relación con el Padre), y partió lejos a una provincia lejana (el hijo pecó estando aún en la casa de su Padre, pecó en el mismo momento cuando deseó los bienes del Padre aunque no tuvo compañerismo con el Padre; y transcurrió sólo unos cuantos días cuando se encontró en un país lejano; la reincidencia comienza en el corazón, y enseguida se mete en el charco con los puercos; el pecado lo llevará más lejos de donde usted quiere ir, y le costará más que lo que tiene para pagar), y allí desperdició su herencia viviendo perdidamente (caracteriza el mundo).
14 Y cuando todo lo hubo malgastado (Satanás no abastece; él sólo usa y abusa), vino una gran hambre en aquella provincia (al final, el Creyente porfiado tendrá "hambre"); y le comenzó a faltar (representa que por primera vez en su vida que había experimentado tal dificultad; siempre tuvo abundancia en la casa de su Padre, pero ahora su "miseria" incrementaba).
15 Y fue y se llegó a uno de los ciudadanos de aquella tierra (las palabras "se llegó" se traducen en obligar al patrón no dispuesto; en resumen, se redujo a mendigar); el cual le envió a sus campos para que apacentase los puercos (representaba la ocupación más degradante que un Judío pudiera desempeñar).
16 Y deseaba llenarse su vientre de las cáscaras que comían los puercos (quiere decir que no sólo alimentaba a los cerdos, sino ¡fue obligado a comer su comida también! ¡De tan alto que se encontraba, había caído tan bajo!): mas nadie se las daba (en el campo del Diablo nada es regalado, todo tiene que ser comprado; y comprado a un terrible precio).
17 Y volviendo en sí (admitió completamente a lo que él era y donde estuvo), dijo, Cuántos jornaleros en casa de mi Padre tienen abundancia de pan y de sobra (muchos se han tragado la mentira de Satanás de que vivir para Dios lo priva de tantas cosas buenas; nada podría ser más opuesto a la realidad), ¡y yo aquí perezco de hambre! (Incluso aunque la ilustración se dirija al sentido físico, la lección espiritual que esto comunica se refiere al alma del hombre, que tiene sed del Señor y sólo el Señor puede satisfacer, y nunca por cosas mundanas.)
18 Me levantaré e iré a mi Padre (el primer paso para el alma penitente; hasta que se tome ese paso, se dé cuenta de su necesidad, nada se puede hacer; la palabra "levantaré" nos revela que el camino a Dios es siempre ascendente, mientras que con Satanás es siempre descendente), y Le diré, Padre, he pecado contra el Cielo y contra Ti (el joven no alegó circunstancias atenuantes, ni le echó la culpa a los demás, ni alegó que fueron injustos con él; él admitió su culpa directamente a sí mismo; Dios siempre exige la confesión del pecado [I Jn. 1:9]),
19 Ya no soy digno de ser llamado Tu hijo (expresa el segundo requisito — admitió ser indigno): hazme como uno de tus jornaleros (la posición de humildad, que es necesaria; sin embargo, Dios nunca ha recibido uno como tal; en otras palabras, Él nunca convertirá a un "hijo" en un "empleado").
20 Y levantándose, vino a su Padre (cualquiera puede hacer esto si así le desea [Apoc. 22:17]). Mas como aún estuviese lejos, lo vio su Padre (el Padre lo buscaba en serio), y fue movido a misericordia (el Señor siempre tiene compasión), y corrió (la única ocasión en la Biblia que se menciona que Dios se echa a correr, y es para dar la bienvenida a un alma perdida por su regreso), y se echó sobre su cuello, y le besó (es lo que le espera a todo pecador que viene al Señor).
21 Y el hijo le dijo, Padre, he pecado contra el Cielo, y contra Ti, y ya no soy digno de ser llamado Tu hijo (hasta aquí es donde el joven llegó; él tuvo la intención de seguir, como el Versículo 19 hace mención, "hazme como uno de Tus jornaleros"; pero el Padre le interrumpió).
22 Mas el Padre dijo a sus siervos, Sacad el principal vestido, y vestidle (la Gracia corrió para besar al Pródigo en sus harapos, y la Justicia se apresuró para vestirlo en su manto; el manto era el de II Cor. 5:21); y poned un anillo en su mano (el "anillo" que se refiere aquí era un sello o anillo de sello, que era más o menos igual que una tarjeta de crédito moderna; el anillo llevaba el timbre de la casa de su Padre), y zapatos en sus pies (denota propiedad, ya que los esclavos no usaban zapatos; se le proporcionaban todas estas cosas y le declaraba su lugar como hijo; no vestían ni festejaban así a los siervos):
23 Y traed el becerro grueso, y matadlo; y comamos, y hagamos fiesta (significa que el joven ya está de vuelta en el Convenio y celebrado con una fiesta; la "alegría" verdadera nunca está en las bebidas alcohólicas u otras cosas, sino sólo se encuentra en Cristo):
24 Porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado (estupendamente demuestra la experiencia de la Salvación). Y comenzaron a regocijarse (otra vez, Cristo proclama la alegría de un alma perdida que regresa al Señor).
25 Y su hijo mayor estaba en el campo (en vista de que el Padre no dejó entrar al hijo mayor para la celebración, nos dice que él conocía el corazón del hijo mayor; por eso lo dejó "en el campo"): y el cual como vino, y llegó cerca de casa, oyó música y las danzas (significa que la celebración estaba en progreso con respecto al regreso del Pródigo).
26 Y llamando a uno de los siervos (indica que el siervo sabía más sobre los asuntos del Padre que el hijo mayor), le preguntó qué era aquello (demuestra que él no sabía siquiera lo que era más apreciado en el corazón del Padre).
27 Y él (el siervo) le dijo, Tu hermano ha venido (es asombroso que ocurriera un acontecimiento de esta magnitud y él sin saber nada de ello; la razón será obvia dentro de poco); y tu Padre ha matado el becerro grueso, por haberle recibido salvo (la celebración que acontece en el Cielo por la Salvación de las almas, y debiera ocurrir, también, en la Tierra entre los Creyentes; sin embargo, la mayor parte del tiempo, la alegría y la energía se desperdician en otras búsquedas).
28 Entonces se enojó (muestra la verdadera naturaleza del corazón, y por qué él no sabía lo que acontecía; el hermano mayor es descrito como el Fariseo; él no entendía ni participaba en la alegría del Padre), y no quería entrar (¡expone la rebelión! Jesús dijo que los Escribas y los Fariseos no entrarían al Cielo, y ellos tratarían de no dejar entrar a todos los demás [Mat. 23:13]): salió por tanto su Padre, y le rogaba que entrase (demuestra Jesús que hace una invitación a los Escribas y los Fariseos, pero fue en vano; la paciencia que Él había mostrado con el Pródigo, Él la demuestra con los rebeldes también; ¡así es nuestro Padre Celestial!).
29 Mas él respondiendo dijo al Padre (será una respuesta totalmente diferente a la de su hermano menor), He aquí, tantos años Te sirvo (fue dicho en la esfera de mérito; él pensaba de esta manera porque no tenía ninguna relación con el Padre; por consiguiente, para él era sólo un trabajo; él "sirvió" por motivos incorrectos), no habiendo traspasado jamás Tu Mandamiento (auto-justicia, él declaró haber dado una obediencia perfecta): más aún nunca me has dado un cabrito, para gozarme con mis amigos (quiso la "alegría" por motivos incorrectos; muestra que moralmente estuvo tan perdido para su Padre como lo estuvo su hermano menor):
30 Mas cuando vino éste tu hijo (lo describe desconociendo ya cualquier relación con su hermano menor; ¡la auto-justicia siempre se siente así!), que ha consumido tu herencia con rameras (las dos frases, "Tú nunca me diste un cabrito (un cordero) para una celebración," y "Tu hijo que desperdició su vida con rameras," mostró el odio de su corazón a su Padre y a su hermano), has matado para él el becerro grueso (es una declaración de auto-justicia, que no puede concebirse tal cosa; en vez de "alegrarse," el hermano menor debería ser castigado, y con severidad, o es lo que el hermano mayor pensó; no entendía la Gracia, esta es la actitud, desgraciadamente, de muchos de los Cristianos modernos).
31 Él entonces le dijo, Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas (en efecto, dice que él realmente no había tomado parte de estas riquezas, aunque fueran suyas con sólo pedirlas; había tratado de ganarlas, que era innecesario, y realmente inaceptable; no comprendía realmente el significado de la Salvación).
32 Mas era menester (necesario) hacer fiesta y alegrarnos: porque este tu hermano muerto era (muerto en transgresiones y pecados), y ha revivido (ha venido a Cristo); se había perdido, y es hallado (el sacrificio del ternero inmaculado era necesario antes de que se pudiera disfrutar la fiesta; si el Pródigo hubiera rechazado esta vestimenta y reclamado el derecho de entrar en la casa del Padre en sus harapos y desnudez, él, como Caín, hubiera sido rechazado; pero el suyo era un verdadero Arrepentimiento, y entonces él aceptó estas dádivas que aseguran la pureza, la perpetuidad, la posición y la provisión).
Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.
Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.
Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
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